Dos Veintisiete
Se despidió con la certeza que no le volvería a ver. Tras un año de larga convivencia, lo que realmente sentía no supo entender y menos decir. Era un mixto de amor, amargura y un chingo de soledad. Esa última, que nunca la incomodó, ahora era - una vez más - el muelle de su propio puerto. ¿Quién sabrá cuánto tiempo llevó para volver a navegar?