tela/Retta/Rettamozo
TANTOS ERAN LOS PORTONES...
Lilian Reinhardt
Tradução para o espanhol pelo
poeta JUAN MARTIN
“hago mis versos en la flauta de mis vértebras...”
Maiakóviski
(Zocha versus Zocha/(Sofia)/ Carro grande del tiempo (de los polacos))
Tantos eran los portones de tablas, con sus cierres por dentro, de hojas sopladas en las casas del tiempo...; tantos son los fantasmas nocturnos que volotean entre las rendijas de aquellas cercas de pino araucaria, y baten en aquellos portones que sustentan los ojos, que resurgen, así, esas escuadras de las pulsaciones del alma, por entre los murciélagos que vagan por los aleros, y reviran sombras entre los reversos de las revueltas bodegas, entre las ristras de ajos!...
El cielo se deshiela, la vida recomienza. La comadre Emilia ya no puede atravesar los portones de su casa. Se aprisionó, tiene ahora los ojos excavados en las hondas grietas del rostro, se clavaron en la sepultura del hijo muerto Paulino la ya tímida sonrisa y los cribos de las palabras. Nunca más pisará el pie fuera de casa, más allá del portón frágil de las proximidades de las tablas de madera de pino en lanzas.
Quedará como su casa, encerrada, circunscrita, entre el arbolado, entre los colibríes y los murciélagos, entre claveles, flores de cera, begonias y culantrillos, con el alma suspendida por los hilos de las telas metálicas que sujetan las macetas -latas en la pequeña terraza- y sólo llegará hasta el portón y contemplará el mundo conversando por medio de señales y gritos y sonidos con la polaca Nuska, al otro lado de la calle, y con los transeúntes que la reconocieren y ella juzga reconocer...
La hija, Odete, acabará haciéndose novia de João tendrá cuatro hijos, todos saldrán con la cara agraciada del marido, construirá una casa al fondo, quedará puerta con puerta con la madre, indefinidamente, entre ellas no habrá más portones...
Vivirá en una casa sencilla amueblada con muebles de pino, estante de aluminio donde guardar las ollas, juego de cocina azul con cajón de leña..., y un día no muy lejano enterrará a uno de los hijos aún no nacido...
Los portones parecen hilvanar líneas demarcadoras, bastidores de listados de indefinidas mallas geográficas, cerrar cercanías del pensamiento, bajo la película de la concavidad del tiempo, y se colocan en sus puestos, como centinelas, urden telas, se yerguen en columnas, marcos de aire, piensan guardar casas, anteceder gruñidos, sonidos, unos de ojos de tablas, otros de hierro, otros y otros de aluminio, ¡con cerrojos de acero! Ayer, las últimas lluvias descamaron, desempedraron la calle Alagoas. Grandes zanjas se abrieron, se descarnaron de la tierra con peligrosas grietas para el tránsito más allá de los portones. Odete continuaba trabajando en la fábrica de la “Linhagem”, hay varios kilómetros desde su casa, yendo y viniendo con la bicicleta Axel, a la vera de las vías del tren, cerca de la fábrica de aceites comestibles Famadol y subiendo la rampa llena de surcos a causa de los chaparrones, en las mañanas cerradas de la helada Curitiba.
Así, abría y cerraba todos los días el enganche del portón de tablas. No olvidaba llevarse la bufanda de lana tricotada en labor de punto sencillo, cubriéndole el cuello, ni de la marmita de aluminio, y la bolsa de paño, en el portaequipajes de la bicicleta.
www.lilianreinhardt.prosaeverso.net
http:cordasensivel.blogspot.com
TANTOS ERAN LOS PORTONES...
Lilian Reinhardt
Tradução para o espanhol pelo
poeta JUAN MARTIN
“hago mis versos en la flauta de mis vértebras...”
Maiakóviski
(Zocha versus Zocha/(Sofia)/ Carro grande del tiempo (de los polacos))
Tantos eran los portones de tablas, con sus cierres por dentro, de hojas sopladas en las casas del tiempo...; tantos son los fantasmas nocturnos que volotean entre las rendijas de aquellas cercas de pino araucaria, y baten en aquellos portones que sustentan los ojos, que resurgen, así, esas escuadras de las pulsaciones del alma, por entre los murciélagos que vagan por los aleros, y reviran sombras entre los reversos de las revueltas bodegas, entre las ristras de ajos!...
El cielo se deshiela, la vida recomienza. La comadre Emilia ya no puede atravesar los portones de su casa. Se aprisionó, tiene ahora los ojos excavados en las hondas grietas del rostro, se clavaron en la sepultura del hijo muerto Paulino la ya tímida sonrisa y los cribos de las palabras. Nunca más pisará el pie fuera de casa, más allá del portón frágil de las proximidades de las tablas de madera de pino en lanzas.
Quedará como su casa, encerrada, circunscrita, entre el arbolado, entre los colibríes y los murciélagos, entre claveles, flores de cera, begonias y culantrillos, con el alma suspendida por los hilos de las telas metálicas que sujetan las macetas -latas en la pequeña terraza- y sólo llegará hasta el portón y contemplará el mundo conversando por medio de señales y gritos y sonidos con la polaca Nuska, al otro lado de la calle, y con los transeúntes que la reconocieren y ella juzga reconocer...
La hija, Odete, acabará haciéndose novia de João tendrá cuatro hijos, todos saldrán con la cara agraciada del marido, construirá una casa al fondo, quedará puerta con puerta con la madre, indefinidamente, entre ellas no habrá más portones...
Vivirá en una casa sencilla amueblada con muebles de pino, estante de aluminio donde guardar las ollas, juego de cocina azul con cajón de leña..., y un día no muy lejano enterrará a uno de los hijos aún no nacido...
Los portones parecen hilvanar líneas demarcadoras, bastidores de listados de indefinidas mallas geográficas, cerrar cercanías del pensamiento, bajo la película de la concavidad del tiempo, y se colocan en sus puestos, como centinelas, urden telas, se yerguen en columnas, marcos de aire, piensan guardar casas, anteceder gruñidos, sonidos, unos de ojos de tablas, otros de hierro, otros y otros de aluminio, ¡con cerrojos de acero! Ayer, las últimas lluvias descamaron, desempedraron la calle Alagoas. Grandes zanjas se abrieron, se descarnaron de la tierra con peligrosas grietas para el tránsito más allá de los portones. Odete continuaba trabajando en la fábrica de la “Linhagem”, hay varios kilómetros desde su casa, yendo y viniendo con la bicicleta Axel, a la vera de las vías del tren, cerca de la fábrica de aceites comestibles Famadol y subiendo la rampa llena de surcos a causa de los chaparrones, en las mañanas cerradas de la helada Curitiba.
Así, abría y cerraba todos los días el enganche del portón de tablas. No olvidaba llevarse la bufanda de lana tricotada en labor de punto sencillo, cubriéndole el cuello, ni de la marmita de aluminio, y la bolsa de paño, en el portaequipajes de la bicicleta.
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http:cordasensivel.blogspot.com