EL CIELO CENIZA DE SÃO PAULO
Hoy la lluvia hacía un sonido muy dulce,
Haciéndome recordar de los tiempos más chicos de mi vida,
Porque yo estaba allí cerca de la plaza Roosevelt,
Y podría mirarme al otro lado de la calle.
Me recordé que tenía dieciséis años,
Ya en aquel tiempo no era más chico.
Pero la ilusión era propia de llena esperanza,
Que hoy sólo puedo llamarme sí de niño.
Tuve el placer de tener dos eventos de mi vida allá:
Uno a los dieciséis como cantante de una banda,
Y el otro a los treinta y cuatro como un especialista en tecnología.
Pero todo parece hoy que fue un día tras del otro.
Ahora estoy acá cerca de las piedras más fuertes de Niemeyer
No hay más aquella lluvia fuerte y dulce,
Mirando ese cielo ceniza con una llovizna que parece una lamina
Sacando de mi todas las palabras que pueda en ese lenguaje.
Y que pueda ser una poesía y que pueda ser escrita,
Pero que no sepa hablar y ni pensar,
Pues que sabiendo hacer cosas,
Esa poesía puede añadir mudanzas en el tiempo.
Deseo que sólo pase de un tiempo al otro
Como páginas sencillas de un cuaderno del tiempo.
Sin embargo, no subestimo el poder de los versos,
Que junto de esa llovizna y estos recuerdos
Me han hecho pequeño de veras,
Casi una estrella tocando el cielo del pecho mío.
Y por ello estoy acá cogendo cada recuerdo,
Pues fuerte puede vivir de nuevo
Como una llama solta al viento.