Avinguda Blasco Ibáñez
Oh, avenida Blasco Ibáñez,
¡Cómo te echo de menos!
Así como a todo y a todos
que en España vi y conocí.
Imposible caminar donde sea
sin al menos acordarme
de algún día o episodio
que a lo largo de ti viví…
Oh, valenciana Blasco Ibáñez,
Por tantas veces me has escuchado,
aconsejado, consolado, alentado…
¡Muchas gracias a ti,
mi querido camino!
Tan cerca del piso donde viví
Tan lejos de donde vivo ahora
Tan presente en mi memoria…
Ahí viví con mis amigos:
el italiano, la danesa, la española,
los tres noruegos.
Ahí trabajé con mis compañeros:
el holandés, el argentino,
el italiano, la albanesa, los mexicanos,
los españoles, claro,
y tuve la preciosa ayuda
del renombrado profesor valenciano.
Ahí conocí también:
portugueses, franceses,
alemanes, canadienses,
irlandeses, ingleses
e incluso brasileños!
Cuantos finales de tarde,
a la vuelta de la uni,
si no iba a reuniones budistas,
me has visto caminar,
correr, cantar, llorar,
perderme, pensar, reflexionar.
Cuantos coches por ahí
no pasaran,
cuantos peatones por ti
no transitaran
con tu belleza,
con tus árboles,
con tu agitada tranquilidad.
Mucho me has aliviado
la tensión de los desafíos,
las preocupaciones del extranjero,
las tonterías del corazón.
Tus senderos tanto bien me hicieron
para el cuerpo y la mente.
Cuando la angustia me invadía,
corría hacia ti y por ti corría
invocando el mantra poderoso
en lo más profundo de mi vida.
Oh, avenida Blasco Ibáñez,
en ti viví momentos de soledad,
y a ti busqué para ahuyentar la soledad,
una soledad en medio de la multitud.
Los vientos que por ti se mueven
hacen que las ideas fluyan,
fuertes sentimientos dominen,
y buenos momentos se eternicen.
Porque pase lo que pase,
y pase por donde yo pase,
siempre seguiré por mi camino,
recordando los que me enseñaste.
(Agradezco a mi amigo José Luis Otal Campo por la revisión.)
Catalão, 28/04/2009