Noche arriba
los dos con luna llena,
yo me puse a llorar y tú reías.
Tu desdén era un dios, las penas mías
momentos y palomas en cadenas.
Noche abajo
los dos. Cristal de pena,
llorabas tú por hondas lejanías
sobre tu débil corazón de arena.
La aurora
nos unió sobre la cama,
las bocas puestas sobre el chorro helado
de una sangre sin fin que se derrama.
Y el sol
entró por el balcón cerrado
y el coral de la vida abrió su rama
sobre mi corazón amortajado.