Yo te doy y te quejas
Yo te doy y te quejas,
más que el sol yo te doy,
más que el agua de la fuente
y me dejas.
Hasta los pájaros reclaman
las hojas que los cobijan
y el árbol sordo atiende su ruego
y los abriga.
Pero tu no escuchas,
borras tus oídos
y pintas tu boca como otras, muchas.
Mándame luego el sueño, señor,
que hasta me da pena
mirarme las manos y toda mi carne
que no obedece a su fuego.
Esperas mi muerte que no deseas
para lograr la calma que no tendrás,
porque el dolor que deja la costumbre
no es comparable a la soledad.
Es más que eso, descubrirás,
es como el degollado sacando voz,
escurriendo sangre,
borboteando un beso
al desnudo pecho de tu corazón.
Cuando en las tardes,
fría la tarde,
hiele tus huesos y me dejes flores
no escucharé, seguiré muerto,
no escucharé.
Me pedirás que yo te perdone
hasta quizás en la fría loza
con tus mejillas mendigarás,
que te lance un beso desde mi oscura celda,
pero si lo hago no lo verás.
Es ahora o nunca,
es cuando mas lo espero
tus ojos mirando mi anhelo
mi corazón abierto y tu beso.