Todos nosotros necesitamos personas en nuestra convivencia, pero si es para interactuar conozco solamente en los momentos felices, no vale la pena. Es necesario que ellas entiendan nuestras lágrimas y nuestros gemidos, ayudándonos a salir de la tristeza que estamos sintiendo. Cuando somos víctimas de aflicción, nos quedamos desorientados, impacientes y propensos a que la crisis se empeore.
 
Pues es fundamental la presencia de amigos afectuosos que tienen el don de la palabra de consuelo, pero, escuchar reconforta y un simple abrazo hace toda la diferencia y acalma. No dejemos de auxiliar a nuestros hermanos y amigos en sus necesidades. Cuando ayudamos estamos agradando a Dios. Si podemos hacer el bien hagamos por medio de palabras y acciones. Omitir una ayuda es pecado.