ODA AL PADRE CELESTIAL
ODA AL PADRE CELESTIAL
Cómo traigo todo aquello
que la vida me ha brindado:
ya no estoy desesperado,
pues el universo es bello.
Hay muchos lugares lindos,
mucha diversión y vida
y una visión expandida
me abre paso al infinito.
Soy libre en mis decisiones,
transito por sendas libres
y libres, mis pensamientos,
explotan en mil creaciones.
A veces la sobredosis
de libertad me marea,
pero, no importa!: que sea
de esa forma mi camino,
pues yo forjo mi destino
en cada paso bien dado,
sabiéndome bien cuidado
por un amoroso Padre,
cuando las puertas me abre
para seguir adelante.
Aunque, a veces, hesitante,
la duda me paraliza...
entonces, cual suave brisa,
la oración me impulsa avante.
Y junto conmigo vienen
mis simbiontes y amistades,
viviendo felicidades
y otros momentos, no gratos...
si pasamos malos ratos,
son sólo eso: momentos,
pues nos llena un sentimiento
de paz, de sosiego y calma,
si, del fondo de nuestra alma,
en nuestro Padre confiamos.
Así, no desesperamos
ni en la batalla más dura,
ya que en nosotros perdura
el Espíritu de vida,
que cura nuestras heridas
y nos regala consuelo.
Y nuestra vida, en su vuelo
nos transporta a las alturas,
y en esa dicha, tan pura,
con el Creador transitamos,
quien nos toma de la mano
y nos conduce en sosiego.
Y quen no ve esto es ciego
pues el amor del Eterno
es nuestra fiel compañía
que nos llena de alegría
y nos libra del infierno;
que en el dolor nos consuela,
y, aunque hayan cosas que duelan,
los dolores Él mitiga,
pues siempre una mano amiga
extiende fuerte y segura,
y es esa amistad, tan pura,
de Jesucristo, su Hijo,
que varias veces nos dijo:
"No temas, estoy contigo".
Nos da consuelo y abrigo
en la tempestad más recia,
y no hay templo ni hay iglesia
que se iguale a su presencia,
porque sentimos su esencia
de amor fraternal profundo,
como no hay en este mundo,
salvo aquel de nuestro Padre,
o el amor de nuestra madre
que nos dio vida y cuidado.
Y con ellos, lado a lado,
nuestro gozo será eterno
y las puertas del averno
por siempre estarán cerradas
si nuestra firme mirada
del cielo no desviamos,
mientras aquí transitamos
sobre piedras y malezas:
nuestra meta es la belleza
de la gran Morada Eterna.
No flaquean nuestras piernas
ni vacilan las pisadas
en la estrecha senda larga,
que nos llevará a la Gloria,
cuando, nuestra, la victoria
nos otorque la corona
y nos reciba el Señor.
Daniel Oscar Panno
Escrito el 02/08/2018 en el viaje de regreso de la Biblioteca Nacional, sobre el colectivo 92.
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