Diario de viaje: 2003
México – un país donde las riquezas y las diversidades culturales y temporales coexisten
Los recuerdos de viajes se transforman en relatos y otros pensamientos: “Este país es, tal vez, menos mágico y menos homogéneo de lo que pretende la leyenda. Como corresponde a una sociedad de tantas culturas, hay aquí múltiples formas de hacer frente a la muerte de los seres queridos, al sufrimiento de la agonía, al vértigo de lo desconocido. ¿De qué manera los esqueletos y calaveras se convirtieron en signos del nacionalismo mestizo? ¿Cómo llegaron los mexicanos a persuadirse a sí mismos de que tenían con la muerte una relación de privilegio?” (Artes de México, Risas y Calaveras, nº 67, pág. 56/57, 2003)
Esa contribución modesta y breve es hecha de reflexiones, observaciones, lecturas, visitas a México, vivencias, y el acceso respecto a algunas de las tradiciones mexicanas. México es un país muy especial y misterioso. Otávio Paz, de cierta forma, compara México a la India, por la multiplicidad de tradiciones que existen en ambos países, aunque, evidentemente, bastante diferentes. En México de hoy día, hay más de cincuenta lenguas vivas, remanentes de las antiguas tradiciones autóctonas, como la Tolteca, la Mixteca, entre otras, pueblos anteriores a los Aztecas. Aniquilados por la invasión española. México invadido y devastado nunca fue, sin embargo, completamente colonizado. La cultura española y europea se hizo parte inmortal de las raíces mexicanas, sin embargo, es una entre otras de las incontables tradiciones de ese pueblo. Las tradiciones ancestrales sobrevivieron escondidas, transmitidas oralmente de generación en generación.
Los libros de Carlos Castañeda son una de las fuentes de información de la tradición tolteca, transmitida a los linajes de personas, no necesariamente mexicanas, por lo menos en los últimos tiempos. Esa transmisión, sin embargo, crea una especie de familia no consanguínea, de lazos muy fuertes, sin embargo, lazos de linaje de un aprendizaje de otras maneras de ver y estar en la vida. Otras concepciones de vida. Carlos Castañeda abrió la posibilidad de que muchos pudieran conocer lo que antes era restricto a pequeños grupos. Además de él hay otras fuentes vivas de transmisión, ahora abiertas a las personas que las buscan, una de las características de nuestra actualidad. Quien entra en el Museo del Hombre, en la Ciudad de México, podrá maravillarse con el espacio dedicado a la Cultura Tolteca, anterior a la Azteca.
Estuve en el estado de Oaxaca, en el “XI Encuentro de las Mujeres Poetas en El País de las Nubes”, en 2003, cuando oí poemas declamados en la lengua mixteca. En aquella ocasión visitamos pueblos, y tuvimos la experiencia de oír otros idiomas hablados y vivos. Estuvimos en escuelas y nos reunimos y trabajamos con alumnos. Los idiomas (o el lenguaje) bastante amplios, son hechos también de bailes, cantos, presentaciones, ropas, y no sólo de palabras. Fuimos honradas con varios espectáculos, representados por grupos de jóvenes. De nuestra parte ofrecimos poesía en las escuelas, en plazas públicas, en ruinas aztecas, en iglesias. Y también talleres de poesía.
En el idioma mixteca, la palabra Mixteca quiere decir País de las Nubes. Para llegar al estado de Oaxaca tomamos un autobús chárter, que partió de la Ciudad de México, que se encuentra alrededor de 3.000 metros sobre el nivel del mar. La región que atravesamos subía en altura, a medida que seguíamos. El nombre País de las Nubes viene de esa altitud elevada. En esa región las nubes quedan muchas veces a nuestra altura, y nosotros las atravesamos. En ese viaje en dirección al sur de México, encontramos una amplia región semiárida donde sólo veíamos altos y fantásticos cactus: una floresta de ellos. Entré en trance.
Esos encuentros son organizados por el poeta Emilio Fuego, con el apoyo de la comunidad de su estado natal, Oaxaca, México. En realidad, son encuentros comunitarios, que existen por la fuerza poética que Emilio Fuego, que con su sueño, esparce por la población. En 2003 cuando allá estuve y participé fue el XI Encuentro. En 2012, acontecerá el XIX Encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, supongo, en noviembre. En el encuentro del cual participé éramos 40 poetas, de varias nacionalidades y lenguas. A pesar de estar en México, entre las poetas la lengua con la cual conseguíamos comunicarnos fue el inglés. Aunque mi portuñol me haya ayudado con las poetas de lengua española. Con el pueblo no, me comunicaba con la lengua corporal y mímica universales.
Leíamos los poemas en la lengua materna de cada una, y una poeta de lengua española los leía para nosotros. Así, oímos poemas en danés (Dinamarca), hebraico, inglés, mixteca, portugués, además del español. El objetivo de Emilio Fuego con estos encuentros que se repiten cada año es llevar la poesía a los pueblos de su región natal, y donde aún vive, la región llamada de Mixteca por el pueblo mexicano, en el estado de Oaxaca. Según Emilio y el testimonio de las personas locales, estos encuentros hacen toda la diferencia, porque poesía no se enseña, pero contagia. En los pueblos visitados por las poetas las personas son sedientas de poesía. El México que visité es un país de poetas anónimos, que podrán dejar de ser anónimos, debido a la calidad de su poesía.
Frida Kahlo, pintora mexicana, una artista de la cual estoy cerca por mi interés, curiosidad y ganas de aprender, nos muestra con su trabajo e ideas la complejidad de su país. Su padre era alemán, su madre mexicana, descendiente de indios. La pintora tuvo una nana india, que retrata en “Mi nana y Yo”, o “Yo mamando”, (1937, óleo en metal, 30,5 x 34,7 cm, “Museo Dolores Olmedo Patiño”, Ciudad de México). Frida Kahlo era muy conectada al padre, y con certeza, a la tradición alemana-europea. Frida, por ejemplo, era marxista militante, aunque no materialista. Para Frida el mundo era vivo, ella estaba en contacto con la Tierra, el Sol, los seres vivos, fueran humanos, animales, plantas. La tradición autóctona le fue transmitida más fuertemente por su nana que por la madre. Transmitida con la leche y contacto corporal, el habla, y probablemente las cantigas e historias en alguno de los idiomas autóctonos, el de la nana. Quién sabe, la cultura Tehuana. Kahlo en fotos y auto retratos aparece vestida en el tradicional traje de una dama Tehuana. La exuberancia de los cuadros de Frida, en mi modesta percepción, no viene de Europa. Frida fue una artista autodidacta, y lo que en su obra se asemeja al surrealismo, pienso yo, es una explosión de su sensibilidad, de su conexión con la Tierra, el Sol, el Firmamento, que en su pintura y diario ella trata como dioses. Y, evidentemente de su enorme talento personal.
La muerte para el mexicano
Me intriga en México, la relación que el mexicano tiene con la Muerte. Muerte, con letra mayúscula, personaje que aparece bajo formas jocosas: andando en bicicleta, a caballo, con máscaras sonrientes, saliendo de flores o de huevos parecidos a nuestros huevos de pascua, parejas de prometidos, desnuda o vestida variadamente. Son objetos hechos de lata, pequeños o grandes. Hay también dulces con el formato de huevos, con la(s) cara(s) de la Muerte. Los mexicanos que conocí usan tales objetos de lata para adornar sus árboles de navidad. En México fuimos hospedadas por personas de diferentes clases sociales. Todos nos daban lo mejor que tenían. El viaje terminó en Oaxaca, ciudad próspera y rica. En la casa de una matriarca comí por primera vez, pollo con salsa de chocolate, un plato típico. Oaxaca, para mi encanto, fue uno de los lugares en que Don Juan y Carlos Castañeda se encontraban. En un fresco de Diego Ravera, “Sueño en la tarde de un verano”, (en Parque Alameda – 1947-48) la Muerte aparece vestida como dama requintada, entre una multitud de personas, en la cual se encuentran Frida y el propio Diego, pintado como un niño. Diego fue marido y la gran pasión de Frida Kahlo.
El día de los muertos, 2 de noviembre, en finados, tiene en México un significado diferente del que para nosotros, aquí en Brasil, cuando conmemoramos y recordamos a nuestros muertos. En México, finados engloba a los muertos familiares, pero los transciende, porque es un día que se conmemora principalmente la Muerte, como una existencia, una presencia. Es un día de fiesta, banquetes, procesiones de personas festivas, vestidas con sus mejores ropas. No es que no haya dolor por la pérdida de personas queridas. El dolor es humano, y está en todos los lugares. Pero en México, el día 2 de noviembre, el dolor aparece ruidoso y festivo, goloso de golosinas, como dulces y chocolates. En la transmisión de Don Juan Matos, el maestro de Carlos Castañeda, cada uno de nosotros nace con su propia muerte. Según el cristianismo nacemos con nuestro Ángel de la Guardia. Por la sabiduría tolteca nacemos con nuestra Muerte, que queda a nuestro lado izquierdo y nunca nos toca, a no ser cuando morimos. Pero para Carlos Castañeda, (para mí el Platón de nuestros tiempos, mientras Don Juan estaría como Sócrates contemporáneo), la Muerte puede y debe hacerse nuestra aliada. Para eso es necesario un trabajo de autoconocimiento que dura toda la vida. La Muerte como aliada estará siempre recordándonos que no somos eternos, y no tenemos mucho tiempo. Por eso, necesitamos aprovechar nuestro tiempo de vida con todo nuestro empeño. Cuando la Muerte se hace nuestra aliada, antes de partir con ella, bailamos nuestra última danza.
México – un país donde las riquezas y las diversidades culturales y temporales coexisten
Los recuerdos de viajes se transforman en relatos y otros pensamientos: “Este país es, tal vez, menos mágico y menos homogéneo de lo que pretende la leyenda. Como corresponde a una sociedad de tantas culturas, hay aquí múltiples formas de hacer frente a la muerte de los seres queridos, al sufrimiento de la agonía, al vértigo de lo desconocido. ¿De qué manera los esqueletos y calaveras se convirtieron en signos del nacionalismo mestizo? ¿Cómo llegaron los mexicanos a persuadirse a sí mismos de que tenían con la muerte una relación de privilegio?” (Artes de México, Risas y Calaveras, nº 67, pág. 56/57, 2003)
Esa contribución modesta y breve es hecha de reflexiones, observaciones, lecturas, visitas a México, vivencias, y el acceso respecto a algunas de las tradiciones mexicanas. México es un país muy especial y misterioso. Otávio Paz, de cierta forma, compara México a la India, por la multiplicidad de tradiciones que existen en ambos países, aunque, evidentemente, bastante diferentes. En México de hoy día, hay más de cincuenta lenguas vivas, remanentes de las antiguas tradiciones autóctonas, como la Tolteca, la Mixteca, entre otras, pueblos anteriores a los Aztecas. Aniquilados por la invasión española. México invadido y devastado nunca fue, sin embargo, completamente colonizado. La cultura española y europea se hizo parte inmortal de las raíces mexicanas, sin embargo, es una entre otras de las incontables tradiciones de ese pueblo. Las tradiciones ancestrales sobrevivieron escondidas, transmitidas oralmente de generación en generación.
Los libros de Carlos Castañeda son una de las fuentes de información de la tradición tolteca, transmitida a los linajes de personas, no necesariamente mexicanas, por lo menos en los últimos tiempos. Esa transmisión, sin embargo, crea una especie de familia no consanguínea, de lazos muy fuertes, sin embargo, lazos de linaje de un aprendizaje de otras maneras de ver y estar en la vida. Otras concepciones de vida. Carlos Castañeda abrió la posibilidad de que muchos pudieran conocer lo que antes era restricto a pequeños grupos. Además de él hay otras fuentes vivas de transmisión, ahora abiertas a las personas que las buscan, una de las características de nuestra actualidad. Quien entra en el Museo del Hombre, en la Ciudad de México, podrá maravillarse con el espacio dedicado a la Cultura Tolteca, anterior a la Azteca.
Estuve en el estado de Oaxaca, en el “XI Encuentro de las Mujeres Poetas en El País de las Nubes”, en 2003, cuando oí poemas declamados en la lengua mixteca. En aquella ocasión visitamos pueblos, y tuvimos la experiencia de oír otros idiomas hablados y vivos. Estuvimos en escuelas y nos reunimos y trabajamos con alumnos. Los idiomas (o el lenguaje) bastante amplios, son hechos también de bailes, cantos, presentaciones, ropas, y no sólo de palabras. Fuimos honradas con varios espectáculos, representados por grupos de jóvenes. De nuestra parte ofrecimos poesía en las escuelas, en plazas públicas, en ruinas aztecas, en iglesias. Y también talleres de poesía.
En el idioma mixteca, la palabra Mixteca quiere decir País de las Nubes. Para llegar al estado de Oaxaca tomamos un autobús chárter, que partió de la Ciudad de México, que se encuentra alrededor de 3.000 metros sobre el nivel del mar. La región que atravesamos subía en altura, a medida que seguíamos. El nombre País de las Nubes viene de esa altitud elevada. En esa región las nubes quedan muchas veces a nuestra altura, y nosotros las atravesamos. En ese viaje en dirección al sur de México, encontramos una amplia región semiárida donde sólo veíamos altos y fantásticos cactus: una floresta de ellos. Entré en trance.
Esos encuentros son organizados por el poeta Emilio Fuego, con el apoyo de la comunidad de su estado natal, Oaxaca, México. En realidad, son encuentros comunitarios, que existen por la fuerza poética que Emilio Fuego, que con su sueño, esparce por la población. En 2003 cuando allá estuve y participé fue el XI Encuentro. En 2012, acontecerá el XIX Encuentro de Mujeres Poetas en el País de las Nubes, supongo, en noviembre. En el encuentro del cual participé éramos 40 poetas, de varias nacionalidades y lenguas. A pesar de estar en México, entre las poetas la lengua con la cual conseguíamos comunicarnos fue el inglés. Aunque mi portuñol me haya ayudado con las poetas de lengua española. Con el pueblo no, me comunicaba con la lengua corporal y mímica universales.
Leíamos los poemas en la lengua materna de cada una, y una poeta de lengua española los leía para nosotros. Así, oímos poemas en danés (Dinamarca), hebraico, inglés, mixteca, portugués, además del español. El objetivo de Emilio Fuego con estos encuentros que se repiten cada año es llevar la poesía a los pueblos de su región natal, y donde aún vive, la región llamada de Mixteca por el pueblo mexicano, en el estado de Oaxaca. Según Emilio y el testimonio de las personas locales, estos encuentros hacen toda la diferencia, porque poesía no se enseña, pero contagia. En los pueblos visitados por las poetas las personas son sedientas de poesía. El México que visité es un país de poetas anónimos, que podrán dejar de ser anónimos, debido a la calidad de su poesía.
Frida Kahlo, pintora mexicana, una artista de la cual estoy cerca por mi interés, curiosidad y ganas de aprender, nos muestra con su trabajo e ideas la complejidad de su país. Su padre era alemán, su madre mexicana, descendiente de indios. La pintora tuvo una nana india, que retrata en “Mi nana y Yo”, o “Yo mamando”, (1937, óleo en metal, 30,5 x 34,7 cm, “Museo Dolores Olmedo Patiño”, Ciudad de México). Frida Kahlo era muy conectada al padre, y con certeza, a la tradición alemana-europea. Frida, por ejemplo, era marxista militante, aunque no materialista. Para Frida el mundo era vivo, ella estaba en contacto con la Tierra, el Sol, los seres vivos, fueran humanos, animales, plantas. La tradición autóctona le fue transmitida más fuertemente por su nana que por la madre. Transmitida con la leche y contacto corporal, el habla, y probablemente las cantigas e historias en alguno de los idiomas autóctonos, el de la nana. Quién sabe, la cultura Tehuana. Kahlo en fotos y auto retratos aparece vestida en el tradicional traje de una dama Tehuana. La exuberancia de los cuadros de Frida, en mi modesta percepción, no viene de Europa. Frida fue una artista autodidacta, y lo que en su obra se asemeja al surrealismo, pienso yo, es una explosión de su sensibilidad, de su conexión con la Tierra, el Sol, el Firmamento, que en su pintura y diario ella trata como dioses. Y, evidentemente de su enorme talento personal.
La muerte para el mexicano
Me intriga en México, la relación que el mexicano tiene con la Muerte. Muerte, con letra mayúscula, personaje que aparece bajo formas jocosas: andando en bicicleta, a caballo, con máscaras sonrientes, saliendo de flores o de huevos parecidos a nuestros huevos de pascua, parejas de prometidos, desnuda o vestida variadamente. Son objetos hechos de lata, pequeños o grandes. Hay también dulces con el formato de huevos, con la(s) cara(s) de la Muerte. Los mexicanos que conocí usan tales objetos de lata para adornar sus árboles de navidad. En México fuimos hospedadas por personas de diferentes clases sociales. Todos nos daban lo mejor que tenían. El viaje terminó en Oaxaca, ciudad próspera y rica. En la casa de una matriarca comí por primera vez, pollo con salsa de chocolate, un plato típico. Oaxaca, para mi encanto, fue uno de los lugares en que Don Juan y Carlos Castañeda se encontraban. En un fresco de Diego Ravera, “Sueño en la tarde de un verano”, (en Parque Alameda – 1947-48) la Muerte aparece vestida como dama requintada, entre una multitud de personas, en la cual se encuentran Frida y el propio Diego, pintado como un niño. Diego fue marido y la gran pasión de Frida Kahlo.
El día de los muertos, 2 de noviembre, en finados, tiene en México un significado diferente del que para nosotros, aquí en Brasil, cuando conmemoramos y recordamos a nuestros muertos. En México, finados engloba a los muertos familiares, pero los transciende, porque es un día que se conmemora principalmente la Muerte, como una existencia, una presencia. Es un día de fiesta, banquetes, procesiones de personas festivas, vestidas con sus mejores ropas. No es que no haya dolor por la pérdida de personas queridas. El dolor es humano, y está en todos los lugares. Pero en México, el día 2 de noviembre, el dolor aparece ruidoso y festivo, goloso de golosinas, como dulces y chocolates. En la transmisión de Don Juan Matos, el maestro de Carlos Castañeda, cada uno de nosotros nace con su propia muerte. Según el cristianismo nacemos con nuestro Ángel de la Guardia. Por la sabiduría tolteca nacemos con nuestra Muerte, que queda a nuestro lado izquierdo y nunca nos toca, a no ser cuando morimos. Pero para Carlos Castañeda, (para mí el Platón de nuestros tiempos, mientras Don Juan estaría como Sócrates contemporáneo), la Muerte puede y debe hacerse nuestra aliada. Para eso es necesario un trabajo de autoconocimiento que dura toda la vida. La Muerte como aliada estará siempre recordándonos que no somos eternos, y no tenemos mucho tiempo. Por eso, necesitamos aprovechar nuestro tiempo de vida con todo nuestro empeño. Cuando la Muerte se hace nuestra aliada, antes de partir con ella, bailamos nuestra última danza.