En la tumba de Benny More
Yo nací escuchando de los discos de mi mamá, las canciones de la vieja radio cubana, desde las mas bailables, tristes boleros y pincaras guarachas y son que ella ponía para que iba acostumbrandome, desde mi cuna, a apasionarme por los ritmos de antaño.
Me gustaba mirarla bailando sola , a veces despacio, en otras con movimientos rapidos que hacían debujos en el suelo. Pero, no comprendía, y para decir la verdad, no me interesaba mucho toda aquella bulla que se pasaba en nuestra casa, sólo importabame verla bailar, perfectamente.
Con lo pasar de los años, después que mi mamá se fue, veniame, de cuando en cuando, en mi mente una canción pegadiza que surgía misteriosamente, despertandome de mis sueños, trayendome miles recuerdos de mi niñez.
Por muchas veces, intenté deshacerme de aquello sonido, pero siempre volvía algunos versos de la misma cancion. Entonces he resuelto a buscar entre las cosas viejas della a ver si encontraba la origen misteriosa de aquellas rimas. Entré en la antigua habitación, y allí hallé una caja de madera negra con polvo, la abrí y encontré un disco con un negro con un gran sombrero estampado,era Benny More. No resisti y quite el disco y puse en la tocadora, cuando de pronto, salió así:
" Cómo fue
No sé decirte cómo fue
No sé explicarme que pasó
Pero de ti me enamoré..."
Sentado en el sofá empecé a sonreir y a recordar a mi madre bailando perfectamente, lentamente para que yo aprendiera los pasos y ritmos. Yo que hasta ahora, no me importaba con esas cosas de romantismo cuando era joven, ahora lloraba y viciabame con cada letra que sonaba a mis oídos.
Sentía latir en mi pecho, las vibraciones fuertes de aquella voz que sonaba de una manera enloquecedora en mis timpanos.
¿Cómo podría deshacerme de todo esto, si por mis venas corria la sangre? Entonces ,he decidido regresar a Cuba, para encontrarme con mis raíces mas profundas, y claro, saber quién fue , realmente, ese misterioso Benny More.
En esta vez, mis planos serian otros, no iría ni para el Oriente ni me quedaria en la Habana.
Así que he llegado en la capital, traté de arreglar una máquina con un nuen buen manejador, pues iría a un destino inusitado de la Isla, la ciudad de Santa Isabel de Las Lajas, cuna de Benny More.
En el centro no fue difícil de hallar a alguien dispuesto a acompañarme en mi Odisea personal. Llegué y me acerqué a un viejo Ford de los años 30 o 40 no lo sé, donde hallabase un hombre con un mustache, piel morena con un niño, que al verme me dio una sonrisa amarilla.
¡Buen día patroncito!¿ Adónde vamos? Al oirme, abriome la puerta del viejo coche para que yo entrara. Me quedé en la frente, y el niño atrás. No sé decir el cuanto estaba feliz Ramón por ser yo, el primero cliente del día.
Cuanto al niño gracioso que jugava con una replica de uno Mercedez se llamaba Juan. Ramón Martínez y Juan ahora iban acompañarme en jornada a la tumba.
En medio del camino, Ramón puso un Son para alegrarnos un poco durante el percurso, y mirándome, viendo que yo llevaba un disco en mis manos comentó:
- Ahora sé el porque vamos a Santa Isabel, quieres conocer adonde nació el gran Benny More, y golpeandome en el hombro, cambió de canción en la radio, por una que decía así:
"¡Santa Isabel
De las Lajas querida
Santa Isabel! "
Puse a reírme, pues en el disco también contaba con esta en el repertorio. Con toda esa alegria, el viaje que ha llevado más de 2 horas, me había parecido de pocos minutos.
En fin, después de un largo viaje, llegamos a Santa Isabel de Las Lajas, una ciudad tranquilla como si fuera de aquellas del sur de la Italia; algo como Sicilia o Nápoles, pero con su encanto .
En la entrada hay una gran pantalla escrita así: Bienvenidos a Santa Isabel de las Lajas. Acá casi no hay turistas, excepto cubanos de las provincias más cercanas para visitar a algun pariente suyo o para vender productos, pero asimismo, es un lugar sin igual en la Isla.
Al paso que íbamos adentrando por sus calles de piedras y sus casas muy viejas, algunos locales se detenían a mirarnos o nos hacían señales, otros fumaban sus charutos, y habian pocos grupos de señores jugando al dominó, como se suele hacer en grande parte de las Antillas.
Llegando en el cementerio donde está la tumba de Benny, fuimos recepcionados por un viejito negro que estaba sentado fumando un habanero y ensayando en su guitarra unos pequeños acordes. Bajamonos del coche, y el niño echome la mano y con Ramón seguimos adelante. El viejito muy simpatico nos recibió de buena gana. Nosotros lo hemos dicho que queríamos visitar al Benny y él nos acompañó.
Y allí estaba la sepultura de él con una estatua suya, habia algunas flores ya marchitas. Yo he puesto el disco en su tumba, y por unos isntantes contemple aquella representación como se estuviera delante de él, creí coraje para decirle:
"¡Oye Benny! He venido acá de mucho lejos de distancia , pero llevote cerca de mi cora, para agradecerle, primero a Dios y después a ti, a pesar de no he vivido en tu época, por haber con tu talento y maestría, regalado con tu voz la vida de mi mamá y la mía también.
Gracias por haberme volver a mis raíces casi olvidadas, gracias por hacerme soñar con tus melodías en esta tierra estrellada en ese inmenso mar. Yo pudiera quedarme hablando por horas, el cuanto me siento feliz por estar aquí. Pero, como no estoy en la eternidad, como tú, prefiero regalarte una canción, así que puedas vacilar allí adónde estés.
Entonces he pedido para que acercarase el viejo Armando, pues así se llamaba el viejito, para tocar junto a mi, Ramón y Juan, un bolero de antaño. Yo no sé decir el porqué de mis ojos, empezaron a caer lagrimas como lluvia, pero empecé:
" Vida desde el día que te vi
Vida no sé, no sé lo que sentí
Tal vez lo presenti
Que me querías
Vida, desde que te conocí
Tal vez lo presenti
Que me querías
Me embriagaste con tu risa
Me extasie con tu presencia
Todo en ti es maravilloso
No concibo tanta dicha
Soy feliz
Vida desde el día que te vi
No existe un ser igual que tú
Que me sepas
Comprender..."
Con eso mis lagrimas ya se habían secados, Ramón abrazarame fuertemente, pues también estaba algo emocionado. Juan aplaudía mi performace como si hubiera oído a un maestro, y Armando invitarame a cantar otro bolero de Benny. Sin embargo, ya era muy tarde y debíamos regresar a la Habana. Como regalo le di 20 dolares y despedime de él sin antes prometerle que regresaría en otra ocasión para conocer a sua hulmide casa y familia.
Y así partimos por aquellos senderos que fueron testigos de esa leyenda de la música cubana.