Por qué los padres lloran
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– Nasceu, padrecito! Su bebecito nasceu. – Fue así que la enfermera mi dio la noticia del nacimiento de mi segundo hijo. En realidad, un aviso desnecesario, como padre, ya tenía la certeza de que los gritos del niño venidos del corredor eran di mi reviento... O los padres no pueden reconocer sus creaciones, ora más! Por qué luego conmigo tenía que ser diferente?
Procuré alguno de la familia para compartirla el momento, pero no había nadie. Ensayé un semblante de tristeza, un aire melancólico. Entretanto, tan luego la chica de blanco estaba lejos de mí y me vi solito, caí en plantos, festejando la continuación da mí prole. Fue hasta la ventana de vidrio aunque guiado por el choro del niño; puede, finalmente, ver mi esposa, la madre de mi hijo, acostada, hablando con el médico – min parecía una multípara recién-salida del embarazo. Ella me miro, dio un terno sonriso y mi apuntó la dirección de un vivero. Ya estaba elle, mi hijo, en la palma de las manos da doctora, adelante de min, todo a la voluntad... No dio para ver el pingolinho del chico, más tenía "par de huevos", con pelotas enormes, que mi dejó todo orgulloso! Ele era mismo a cara del padre!
Después de seguidos todos los ritos y formalidades típicos de las profesiones nobles, puede ver mi hijo. Miré-o apenas. Estaba encubierto por un paño blanco y apareció sentir frío. El médico se acercó de min, hice alguno comentario que hice cuestión de no entender, y salió, deseando buena suerte.
Estábamos la propia encarnación de la felicidad. Observábamos nuestro hijo detalladamente. Los pelos parecían con los da abuela – ñeros y duros; los ojos eran los de la otra abuela – ñeros y orientalizados; las manos eran perfectas, a pesar de pequeñas – que observación boba esa! Tan boba cuanto el espanto de un amigo mío que se hipnotizara al ver un niño japonés de cinco años hablando japonés en Japón... Y era para hablar lo qué!?; Piernas largas – todo a ver con los tíos maternos, verdaderos varas-Pao. Se dependerse del padre, pobrecito, sería un tipo de 1.60 (un punto sesenta) que pasa desapercibido casi siempre.
Después del stress, en la realidad no había stress alguno – min se lo que esa palabra significa. Mi intención acá es puramente lobista e usé este verbere para parecer un primitivo moderno, atento a las modificaciones del mundo. Que padre bobo yo estaba saliendo. Lleno de frescuras desnecesarias y de modismos tan efémeros cuanto la vida en ese plano material. Adormecemos.
Durante la visita matinal del día siguiente, el médico que asumirá el plantón examinó los recién-nascidos y resolvió, sin causa aparente, mantener nuestro hijo, justamente el nuestro hijo, por más un día en el hospital.
Las 18h recibimos las visitas de praxis: las abuelas, los abuelos, algunos tíos y la primogénita, que hiciera cuestión de estar presente en el momento histórico de la transferencia de las atenciones para el nuevo mancebo da la casa. Entre la primera rebenta e o recién-empozado dueño de los mimos familiares la diferencia era apenas de 12 meses. Las abuelas se felicitaban con todo. Los abuelos, orgullosos, comentaban sobre los dotes atávicos.
– Eita bicho ‘sacudo’ – comentó mi padre, remembrando y narrando para todos los presentes el modo como encantara mi madre al subir en uno pié de jenipapo. Al mirar para arriba, mi madre, menina virgen e inocente de la provincia, asusto-se con las varias amuestras de la fruta presas en árboles diferentes. Dice el viejo que fue la origen de todo, amor à la primera vista... Esta es una historia larga e impertinente para la ocasión, a pesar de digna de mención. Lo que puedo adelantar es que mi padre cotejaba la textura y la color amar ronzada de las ‘pelotas’ del nieto y se impresionaba con la fuerza que había entre las generaciones.
– Lista, acá está la máquina que vos me pediste. Casi me deja loca con izo... Conseguí una emprestada. – habla mi madre quebrando el silencio de las abuelas, cosa rara entre as mujeres (silenciar).
– Gracias, mamá! Vamos sacar una foto? – invité.
Solamente en ese momento percibimos que la reina destronada estaba en la habitación. Mi otro bebe al oír la palabra ‘foto’ sonrió y gritó:
– Yo quiero también! Quiero sacar una foto con mi hermanito.
Click. Click. Click.
Cerró el horario de visitas. Todos salían. Resolvimos acostarnos.
Alguno tiempo después, que no consigo precisar cuánto, acordamos sobresaltados por causa de un grito. Yo y mi esposa nos miramos como a nos preguntar: ‘fuistes vos?’
No tenía sido ninguno de nosotros. Miramos el nene y elle estaba acuerdado; las faces demostraban señales de dolor. Llamamos la médica. Ella examino y sin ninguno embuste nos informó:
– El caso del es de UTI. Tiren-no inmediatamente del hospital. Acá no tenemos atendimiento adecuado para izo.
Angustiados, llamamos por teléfono un amigo que nos ayudó en el no traslado hasta el hospital indicado pela médica. Ya en segundo hospital, el niño, a presentando señales patentes de deficiencia respiratoria, estaba ignorado por los médicos y enfermeras preocupados con todo, menos con los enfermos. El proceso cianótico se agravaba. Percibiendo la gravedad del estado de salud de nuestro hijo y usando el mismo instinto animal que nos faz reconocer el grito de los nuestros descendentes, retiramos de allá – sin ninguna objeción de los profesionales de plantón, registre-se! Eles no firmaran la salida del niño de sus dependencias.
Fuimos para el tercero pronto-socorro. En mi cabeza infantil de padre, no me imaginaba que tuviese descaso en los hospitales particulares para con niños próvidos de un bueno plano de salud. Yo mi engañé. Entre la nuestra llegada y la entrada del niño en la UTI neonatal – conducida en los brazos de la abuela que, informada, fue hasta el local, pasaran-se más de treinta minutos. Mientras, dos preocupaciones me dejaran perplejo: la de recibir un cheque como garantía (preocupación de la ateniente) y la de saber lo que mi esposa había comido en la cena (preocupación del médico que, sin prestar ninguno suporte al niño, salió para hacer una llamada para su esposa, momento en que puede oír el comentario de el sobre la cena).
Pero existen ángeles en medio a los demonios camuflados en pieles de cordero... ayer de ser conducido para la UTI, un otro médico, pasando por corredores del hospital y sintiendo nuestra aflicción, fue mirar el indefenso bebé y hice, de propio puño, el atendimiento de emergencia, dando al niño el mínimo del suporte necesario para permanecer viva.
Más espera... Más angustia... Más sufrimiento. Médicos examinan. Tenían muchas sus pectas. Finalmente el veredicto: cardiopatía. El mundo cayó sobre nuestras espaladas en aquel momento. Cómo podría? Un bebé concebido con tanto amor¸ esperado con tanta ansiedad. Tantos planos para ele, tantos sueños elaborados... Todo obliterado al sonido de aquel palabra.
– Son dos problemas, madrecita. Un es relativamente simples, más el otro no es tan común y sin una intervención cirugía el no resistirá por mucho tiempo.
– Haga lo que fue preciso, doctora. Acá somos los padres, apenas. – fue nuestra contestación.
Sete días de ansiedad hasta la primera cirugía. El preciso de sangre, solamente aplicado después de la compensación de otro cheque. Dando voluntario más de diez años, tuve que me someter a la humillación de ver mi hijo depender de sangre y esperar hasta que un cheque, dado como caución, fuese compensado. Es este el valor de la vida?
En una de las noches, al llegarnos la sala que de acceso a la UTI, un otro matrimonio salí, reclamando, seguidos por una enfermera. Ella se despide de los padres y retorna para el local de reposo de los médicos. Instantes después, escucho alguno gritando atrás de min. Estaba en una llamada de teléfono y no di mucha atención lo que pasaba. Desligo el móvil. Al me virar, percibo uno de los médicos con el dedo indicador en ristre, apuntado-o para mi esposa. Elle desbrávela:
– Madrecita, si la señora no confía en el equipo, saque su hijo de acá! No facie nos cuenta del acá.
– O que está habiendo, doctor? – intervengo. – llegamos ahora y no sabemos do que el señor está hablando.
No esperábamos un pedido de disculpas, de forma alguna. Sabemos el pedantismo que invade el ego de algunos profesionales. El que no esperábamos, entretanto, era el comentario que se seguiría. El médico, todavía fuera de sí, de bochando, contesta:
– Entonces, madrecita. Niño es así mismo. Hoy está así, ‘ok’ con la mano, pero mañana pode estar así (e invierte la mano en señal de negativo, de muerte...).
No sé dónde encuentre fuerzas para en aquel momento calar-me, simplemente. Agarre mi esposa, madree sin resguardo, e la calenté como a dar fuerzas para suportar tamaña probación. El médico salió y fuimos nos vestir adecuadamente para entrar en la UTI.
En el sétimo día elle hice la primera cirugía. Fue un suceso, con una recuperación arriba del esperado. Así, los preparativos para la segunda intervención cirugía fueran hechas sin mucha demora. Todos estábamos felices – elle hasta mamó, sorbiendo el leche materno ávidamente. Fue apenas una vez, pero ella amamantó nuestro hijo – el precisaba de fuerzas para suportar con heroísmo todo el que lo esperaba.
Veinte dos días de nascido y ya va nuestro hijo, guerrero, para la segunda cirugía cardíaca da vida de él. Sería la segunda batalla! Previsión del procedimiento invasivo: cuatro horas y media. Dos horas después el médico dese de elevador, cabizbajito. Elle ven hasta nosotros y nos informa, casi llorando:
– Tuve que echar tan luego abrí el niño. Había una colonia de bacterias. Se iniciase el procedimiento el no resistiría. Lamento.
– Como, doctor!
– No se lo que tuve min lo que hicieran los exámenes. Cirugía cuando me avisan que el enfermo está listo, apenas izo. – dice el médico por fin, saliendo notada mente decepcionado.
Fuimos a la director general del hospital y el que nos informaran fue que el rayo-X tenía sido tirado de un lado con el niño virada para un lado, pero la colonia de bacterias estaba del otro...
A partir de ese día, intercurrente más frecuente. En una noche, mientras lo observaba por el vidrio de la parede, yo lo vi siendo res suscitado por médicos y enfermeras. La sensación de impotencia en momentos como ese es funesta. Tenemos voluntad de morir junto o cambiar de posición, aliviando la dolor y el sufrimiento de un ser tan frágil, mas ya tan sufrido por las dolores naturales da enfermedad, sumadas a las dores causadas por el descaso y desamor de los profesionales apegados al lucro en detrimento de niños con tenue vida.
Tenían más de diez camina – el número exacto no me ocurre ahora. De la época en que él si hice interno, todos los bebés, excepto un del interior de Estado, Ya tenía partido. Fue la segunda leva de internos, casi todos cardiópatas, luchando contra el pasaje terreno, deseando permanecer por más tiempo y evaluando como ser y como espíritu.
En una noche, durante nuestra visitas diarias, encuéntranos la mamá del pequeño amigo de nuestro hijo en la entrada principal del Hospital, llorando. Pensamos el peor, claro. O que imaginar delante de las lágrimas de una madre que tiene un hijo en la UTI?
Estacionamos el coche y fuimos al encuentro de la señora saber lo que había ocurrido. Ella, cuando nos miró, no se contuve y lloro. Fue un lloro tímido, compatible con las limitaciones de una señora de una ciudad pequeña que vio al mundo y vive con el hijo, sin apoyo del su marido y da familia, largada en el mundo sin local para acostar se.
– Están llevando mi hijo para otro hospital. Elles me hablaran que hace mucho tiempo que ele está acá y ya está dando prejuicio. – ella hablaba los factos y lloraba, soleando.
Yo me veía asistiendo a una real película de terror, de sadomasoquismo, de tortura... Cuspaba-me acreditar que un médico pudiese ají de aquel forma a punto de revelar a una madre aflicta las verdaderas causas de la transferencia. Niquele mundo de apariencias protegido pelas vestes brancas, mundo venerado por toda una sociedad a la margen das agruras vividas dentro de las murallas de Hipócrates, costaba mentir, minimizando las dolores de aquel madre? Se as apariencias son la tónica del Castelo demoníaco porque degradar todavía más aquel madre desesperada?
Todavía divagaba alheño al mundo exterior, cuando la madrecita grita:
– Ya va él llevando mi hijo! Oh, mi Dios!
Miramos en dirección a la avenida que da acceso al hospital. Nítidamente, reconocemos las faces alegres del médico escudriñando el espacio circunvecino. Con la transferencia del niño, más una vaga surgiría. Sería más una cirugía... Otra gratificación. Olvidamos nuestra dolor y nos solidarizamos con aquel aflicta y pobre madre. Pregunteo para donde llevarían el niño y fuimos en dirección a lo hospital.
En la recepción no había noticia de ningún recién-nascido venido del hospital donde habíamos salido. Pero corazón de madre jamás se engaña y mi esposa, acompañada de la otra madrecita, decidió procurar. Mucho tiempo después, mi esposa retorna solita y llorando:
– Como é que pode una maldad de esas! Salir con un niño enfermo, estado de salud gravísimo, dejando la madre prostrada en la puerta de un hospital, indefensa y sin ningún amparo...
Retornamos al hospital donde el nuestro bebé estaba internado y no comentamos nada sobre el acontecido. Coincidentemente, otra ya estaba en el lugar da que fuera expurgada, à fórceps.
Ya era la segunda leva de bebés que venían hasta allí para la vía crucis – algunos sobrevivirían, mas todos salarían de allí, padres y hijos, maculados eternamente con la vergüenza de no tener la coraje de ter hecho más. Los vivos y los muertos, todos esclavos. Luego entrarían otros niños para retro-alimentar el enfermo y criminoso ciclo.
Los días se pasan y el estado de salud de nuestro bebé va se agravando. La médica chef del equipo prescribe alimentación parenteral, pero él no recibe. El niño está desinando y se consumiendo a cada día que pasa a ojos vistos.
Numo domingo, recebo la llamada del director del hospital. Me informa que mi hijo sea retirado de la UTI porque está dando prejuicio a lo hospital.
– Pero doctor, hoy es domingo. Para donde llevaré mi hijo? no suporta ser transferido en una ambulancia normal min tengo diez miles reales para conducir-lo en una UTI en seguridad. Deje-me intentar alguna salida junto al otro plano que el posío.
– Espero una contestación hasta medio día.
Informé la situación a mi esposa y nos dirigimos hasta la central de atendimiento de nuestro otro plano de salud. Aún, pase en la casa de un amigo y pedí una arma emprestada, sin dar a él ninguna explicación. No sé lo que hacía al ver mi hijo saliendo de aquella sala de UTI para la muerte. Tal vez me matase, tal vez matase un inocente. Apenas quise me muñir de fuerzas de defensa, movido únicamente por un amor de padre. No se si el amor mata, peros sabía que mi amor aquel ser tan dependiente e indefenso estaba me consumiendo las fuerzas y un poco de sensatez que todavía en min. Pedí fuerzas a Dios y fue.
Durante el atendimiento, mientras conversaba con la chica de un local de atendimiento, un auditor del plano de salud, que pasaba pelo local – ciertamente movido por fuerzas que desconocemos – escuchó nuestro relato y paró, captando detales de la narrativa. Numo cierto instante interrumpe el atendimiento y nos llama, siendo incisivo:
– Miren, no se lo que hicieran con el bebé de vosotros, pero él tiene todos los derecho que é prescrito. Se os médicos no hacen es por entera irresponsabilidad deles!
Yo no esperé el término de las explicaciones. Llamé de allí mismo el director del hospital y narré sucintamente lo que acabábamos de oír. Elle me pidió calma y me invitó a lo hospital para conversarnos.
Llegamos, el director ya estaba en la UTI y mi hijo, después de setenta y dos días de internación, finalmente estaba recebando la alimentación parenteral, pero ya era tarde demás. Dos días después recibo una llamada del hospital para ir hasta allí que nuestro hijo tenía perorado mucho. Corazón de padre también no se engaña. Sabía que había nos dejado y externé esa certeza para mi esposa que me llamo de pesimista. O que me como ve é que la noche anterior, durante la visita, nuestro bebecito, que siempre estaba de ojos grabados en la madre, resolvió mi mirar más atentamente como a si despedir. Presentí el adiós llegando a comentar con mi esposa al retornarnos para casa.
Fuimos directo para la UTI. Mire pelo espejo y vi un parquet blanco arriba de la cama donde otra hora estuviera mi bebecito, mi heredero, mi mayor sueño y la más adorable creación del hombre. Entramos en la UTI y me dei cuenta que estaba escrito el o nombre del. Intenté me fortalecer. Mire mi esposa que a parecía no entender o no creer, pero nuestro hijo estaba muerto, embrollado en paño blanco – era el nuestro regalo de Dios, empicotado para la eternidad.
Saque cada una das fitas adesivas que fechaban el embrollo. Guardé en mi bolsillo derecho de mi pantalón, la cita con el nombre del. Solamente después que lo vi por entero fue que mi esposa se dio cuenta de la realidad. Intentábamos llorar, pero no había más lágrimas. Fueran setenta y cuatro días de sufrimiento, de decepciones de de angustias que culminaran con el desenlace de una vida que no era nuestra, pero de Dios. Fue un regalo que nos fue entregue por diminuto espacio de tiempo.
Yo lo conducía en mis brazos para o necrotério del hospital. Después a nuestra casita donde morábamos, en mi colche. Yo conducía y mi suegra, juntamente con una de mis primas, con él en banco de atrás, como a niña un nenenzito.
Entre en la casa sin hablar una palabra. Yo lo conduce hasta nuestra cama de casal, abrí nuevamente el embrollo. No me importaban las personas que estaban presentes. Yo simplemente no las vi.
Ingenuamente, con la pureza que solamente las niñas poseen, mi hija, hermanita del, aparece feliz, tan luego lo coloco acostado en la cama, y grita para todos escucharen:
– Oba! Padre del cielo trove mi hermanito para casa! – ella dice esas palabras y se abrazaba al hermano sin vida, feliz.
Todos lloran. Yo no conseguía hablar ninguna palabra. Apenas me agarro desesperadamente a mis dos hijos, que todavía preciso cuida y ver crecer, participando de todos los momentos da vida de elle; el otro, que ciertamente cuidará de mi até hasta mi último suspiro.
Hoy entiendo la razón de todo mi desespero para que mi madre levase la máquina de fotografía, pero as fotos tiradas en el primero día de vida de mi hijo que partió son las únicas recordaciones palpables que mi obtusa visión de hombre consigue enjergar. En mi íntimo, permanecerán indeléveis todos las sonrisas que dele pude vislumbrar, dente tantos momentos de probación.
Vos fuiste un guerrero, hijo! No deseamos justicia min tenemos odio en nuestro corazón, pero tenemos una certeza: la de que vos continua vivo y velando por todos nosotros.
(Nijair Araújo Pinto)
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