Desarrollo del jabón

En un buen día de enero del año 1997, me sorprendí al mirar la calle por la ventana. El paisaje, mismo siendo bellísimo, no fue tan significativo como la falta de luz, la oscuridad que se encendió aquel dia em mi habitación.

Fue demasiado aburrido interrumpir mis planes por la locura del perro que, al orinar en La farola, hizo el frecuente terror de mi pobre ciudad. Y mi plan mayor era, entonces, ducharme a las nueve de la noche para acostarme bien temprano.

Caracoles! Pero debo agradecerle al desgraciado pulogoso. Mi destino se alumbró em medio a la simple idea por mí desarrollada. Mientras esperaba por la llegada de la electricidad, acariciaba a un jabón de tocador, intentando abrirlo. Así es el destino, así es el amor!

Al lograr el desarrollo del jabón, acabé por desarrollar mi amor al dibujo, que prosigue todavía. Ya no me interesaba tanto el regreso de la única tecnología de mi rinconcito. Tenía la mayor seguridad de que abrazaría una razón para vivir. Ésta se contemplaría con um sólo rasguño y mucha o poca inspiración.

Por la inconstancia del mundo, siempre busco en el arte una expresión. Al descubrir la utilidad el papelito de jabón, descubrí lo bueno y lo malo, teniendo oportunidades en las manos para conducirlos. Hasta hoy, tengo problemas con la “luz”, pero obtuve aquel día el gusto por la meditación.