El Marido
Lo llamaba su nombre pero nadie la contestaba
tal vez estaba acostado en la cama
no había ningún sonido en la casa – ¡qué raro todo estaba!
Despacio ella caminaba, y en cada recámara ella entraba,
y ahí entonces ella gritó pero ningún sonido salía
solamente el espanto la comía viva
se quedó paralizada, un choque que atravesó su alma,
no tenía fuerza para hacer la llamada.
Su vida cambiará aquel momento
lo que parecía ser un cuerpo verdadero,
no era un muñeco o un juego
quien estaba ahí era su marido muerto en el suelo.
Con sus manos cubiertas de sangre
mirando la víctima debajo de sus pies,
se sintió un escalofrío fascinante
como se estuviera despertando en una pesadilla constante.
Se quedó mirando con la boca abierta,
no hay explicación de su presencia
y tampoco habrá explicación de su ausencia,
porque estaba completamente confusa en su cabeza.
Además, la víctima era su adorado marido
pero que sirvió para eso,
era un cerdo, un bastardo que quería solamente su dinero.
Tenía amante, sí, eso ella ya sabía,
pero daba mucha rabia lo que ocurría
sabiendo que llegará pronto la policía
y que diría, ella sola se sentía vacía.
Sí, todavía lo amaba,
pero al mismo tiempo no quería nada,
nada que pueda recordarse de su vida
con ese bastardo que tanto lo quería.
Todavía, recordaba de su primer encuentro
como se enamoraron tanto por dentro,
eran dos jóvenes volando en su primer vuelo
era como los cuentos de sus sueños.
Después de tanto tiempo junto
once años y todavía contando.
Tal vez él se preocupaba mucho,
tal vez tenía dudas de su vida
y con su esposa que tanto lo quería,
pero ahora él está muerto
lo que falta saber es si él era suicida.
Cuando la policía ya llegó
no quería darle explicación,
ella se cerró en su recámara
y se fue acostarse en su cama.
Quería estar completamente aislada,
pero el teléfono no parara de sonar
tal vez era su madre llamando para saber ¿cómo estás?
No tenía ganas de hablar, quisiera llorar,
pero sus lágrimas no venían, no sentía lástima.
Era como una película sin actores, sin canciones,
no terminaba aquel film que tampoco tenía acción.
Entraban y salían los hombres de la policía
con guantes en cada mano,
investigando las huellas que encontraban en los muebles,
en la botella de cerveza y alrededor del cuerpo inmovible.
Ella se quedaba cerca de la sala,
mirando atentamente y diciendo nada.
Su corazón palpitaba no porque estaba con miedo,
pero porque lo que ella había hecho no era cierto –
ella había escondido la arma
que había matado su amado con tanta cólera.
Tal vez ella no quería que la policía encontrara la asesina,
¿cómo ellos iban a saber si era homicida y no suicida? –
es la misma mujer que había metido en su vida,
la amante que su marido encontraba todos los días.
Todo estaba escrito en una carta que ella había quemado,
que había llegado algunos días atrás -
que decía que cuanto lo amaba,
y no podía esperar más hasta que él se divorciara.
Después de leer la carta ella quería matarlo ya,
en pensarse de divorciarla y dejarla sola – nunca, jamás.
Sería una esperanza verlo muerto debajo de sus pies,
su muerte fue una fantasía que había permanecido en su mente.
Conoció la amante de su marido en una fiesta de navidad
la saludó como se fueran viejos amigos y nada más.
Poco tiempo después su marido la sacó a bailar,
y ella (la idiota) los miraron y los despreciaron cada vez más.
La amante era bella como ninguna otra ha visto,
tenía los ojos azules y los cabellos lisos –
bailaba y vestía como una princesa
tenía todo, menos una corona en la cabeza.
Por un simple momento, por un simple instante
se sintió indeseable en los ojos de la gente,
no podía quedarse ahí lastimándose.
Entonces se fue al patio a tomar aire,
con una copa en la mano ella tomaba y el viento la soplaba,
soplaba cada herida que había guardado en esa noche sin cura.
Sin embargo quería hacerlo lo mismo,
encontrarse y enamorarse
con un amante que podía darse todo,
pero ella no era así, tenía dignidad
y debería lucharse para sujetar su felicidad.
Mientras él seguía fingiendo, su vida seguía lo mismo,
¿con quién estuvo? – ella pensó.
El día siguiente lo detuvo y lo preguntó
pero él no la contestó,
siguió su camino y ni la despidió –
su relación transformó en un infierno
no hubo amor ni hubo compasión
entre los dos todo se acabó.
Pasaron muchos meses cuando un día espléndido
su marido volvió a la casa muy enfurecido,
ella le conocía su genio
ya sabía que su furia no tenía nada que ver con su trabajo -
algo pasó, algo dramático.
Lo que sea él se quedó solitario -
“Mismo así lo pertenezco, mismo así lo amo.
¿Podré perdonarlo?” – ella pensó.
Ahora ella se quedaba sola en la cocina,
pensando de aquella pesadilla que se llamaba su vida.
Todo se acabó, su marido estaba muerto,
pero todavía se quedaba su herida, su herencia –
¿No fue el dinero que su marido se casó con ella?
Lo que ella está segura es que ya terminó la telenovela.
Copyright@2005 Michelle Carreiro