Cansancio en ellos ...
En la década de los ochenta, en un colegio del arrabal de Salvador había un chico llamado “Francisquinho”, tenía 15 años, de mediana estatura y fuerte físico. Él y sus amigos Ramón, Marcos, Adriano, Rafael y Felipe, todos de 14 años, tenían fama de ser bravucones, bravucones, deshonestos, mal educados y no les gustaba estudiar, es decir, no hacían más que ellos. ¿Te imaginas? Era mucho más fácil encontrarlos en cualquier lugar de la escuela, excepto dentro del aula.
“Francisquinho” y sus amigos tenían una práctica favorita de burlarse, asustar, agredir y tomar bocadillos de otros estudiantes. No tenía un alumno en la escuela si me atrevía a enfrentarlos o desafiarlos. En todos los juegos se involucraron modificando, creando e imponiendo reglas que los favorecían. Y ¡ay de aquel que se opuso a sus imposiciones!
Y todos los días era el mismo sufrimiento para el resto de alumnos. Empezaron un partido con la mayor ilusión y de repente aparecieron “Francisquinho” y sus amigos. Rápidamente el semblante de alegría en los rostros de los chicos, se desplomó por el suelo, dando paso a un semblante de tristeza y desesperación al tener que jugar en contra de su voluntad, ante los “matones”. Y toda la diversión terminó solo cuando él se decidió.
El recreo en la escuela, en lugar de ser divertido y distractor, se convirtió en un momento de tormento. Un día, luego del receso, en el salón uno de los chicos soltó los males que ellos y sus compañeros sufrían, al escuchar ese informe, la maestra le preguntó por qué no hablaba con sus padres ni con el director de la escuela, sobre lo que estaba pasando. ¿sucediendo? Y él respondió que tenía miedo, porque Francisquinho amenazaba con golpear a cualquiera que se atreviera a contarlo. Y pasaron los días y la maldad de esos matones continuó.
Un día, cansados ya de tanto sufrimiento, los chicos tomaron una decisión extrema. Acordaron quitar las ramas del cansancio, un tipo de planta con hojas velludas, muy verdes que, al entrar en contacto con la piel, les provocaba picazón y ardor, que crecía en la parte trasera de la escuela y las escondía por el campo donde jugaban pelota y esperaban. Aparecen Francisquinho y sus amigos.
Y así, hicieron lo que habían acordado, en el momento del descanso, salieron al campo a jugar a la pelota, cuando de repente aparece, Francisquinho acompañado de sus "amigos", diciendo que iban a jugar en ese momento y que un equipo tendría que salir para hacer espacio para su. Como de costumbre, los chicos no mostraron ninguna reacción contraria a su orden. Todos se quitaron la camiseta y continuaron jugando a la pelota, pero Francisquinho no sospechó la sorpresa que les esperaba. Y salen corriendo de aquí, patean la pelota desde allí, maldiciendo a los chicos, cosas normales, pero las miradas de los otros estudiantes ese día eran diferentes, como si esperaran una orden para liberarse.
Hubo un movimiento más duro y el matón de Francisquinho comenzó a discutir y a maldecir al alumno del equipo contrario, queriendo tener la razón de todos modos, el chico estaba todo acurrucado y temblando de miedo, pero con un esfuerzo sobrehumano, balbuceó esas palabras, "¡Cansancio en ellos!" y para sorpresa de los bravucones, los muchachos que estaban afuera, por el campo, al instante blandieron las ramas del cansancio, que se camuflaron y comenzaron a azotar a Francisquinho y sus amigos en las piernas, espalda y brazos, quienes sin entender nada no pudieron tener. una reacción diferente a los gritos y los arañazos, dejando como alternativa correr, desesperados, para intentar escapar del ataque que se les impuso. Y los chicos fueron tras gritar. "¡Captura! ¡Captura!".
Los gritos llamaron la atención de los empleados y del director de la escuela, quienes salieron al pasillo y vieron esa escena insólita, “Francisquinho y sus amigos rudos”, que siempre oprimía a los demás estudiantes, escupidos y azotados por el cansancio. Y acudieron en ayuda de los matones, colocándolos dentro de su habitación. Eso era demasiado pequeño para tantos estudiantes. Le preguntó a Francisquinho qué le estaba pasando a él y a sus amigos, con tanta comezón y ardor que sintieron que no podían ordenar una idea si querían. Luego, los chicos le relataron al director todo el sufrimiento por el que pasaron ese día, cuando decidieron poner fin a la situación tomando esa actitud.
Los regañó, diciéndoles que, aunque su actitud era una reacción, por la acción de los excesos que había sufrido por parte de Francisquinho y sus amigos, esa no era la forma civilizada de solucionar el problema. Como medida disciplinaria, aplicó quince días de suspensión a Francisquinho y sus amigos: Ramón, Marcos, Adriano, Rafael y Felipe, y al resto de estudiantes involucrados en la golpiza, una semana de suspensión, pidiendo a todos que se presenten después del castigo, acompañados de su respectivos padres o tutores, para conversar con ellos.
En la escuela, después de lo sucedido, había un aire de ligereza en el aire, como nunca antes lo había sentido. Después de que terminaron las suspensiones, los estudiantes involucrados regresaron a la escuela, pero una diferencia fue visible, los estudiantes que antes se sentían acorralados, ahora estaban más sueltos, más relajados con el alma lavada. Y Francisquinho y su clase se convirtieron en blanco de bromas y chistes dentro de la escuela. Se pudo escuchar la siguiente oración. "¡Hey, matones! Hay "nenas del cansancio" hoy, están invitadas ... "" Parecían cachorros con el rabo entre las piernas "
Se sabe que, al final del curso escolar, “Francisquinho y sus amigos” solicitaron un traslado de la escuela. ¿Porque sera?
MH: Aunque la actitud extrema que adoptan los estudiantes no es la más correcta, demuestra que cuando las personas se unen para resolver un problema común, se vuelven más fuertes y aumentan sus posibilidades de ganar.
Carlos Souza
"La fe en DIOS nos hace creer en lo increíble, ver lo invisible y lograr lo imposible".