La tristeza de la longevidad

¿Cómo sería vivir en esta tierra más de cien años? ¿Sería felicidad o tristeza? ¿Cuáles serían las ventajas?

Conozco a gente que quiere vivir más de cien años, como quería mi madre. Decía que le pedía a Dios doscientos años. Pero me doy cuenta de que esas personas no saben lo que piden. Como hoy en día la mayoría de la gente vive de media menos de noventa años, vivir más años de la media trae muchos motivos de tristeza. Si esto ocurriera, se sentirían solos porque sus parientes de sangre ya no existirían y no tendrían amigos de su época con los que relacionarse.

A esto hay que añadir el hecho de que ya no tienen a nadie que se ocupe de ellos y se ocupe de sus asuntos con las autoridades, ya sean municipales, estatales o federales.

Conozco a personas que, como mi madre, cuando llegan a los noventa años ya no quieren vivir, porque la vida se les ha vuelto aburrida.

Imaginemos a las personas que vivieron cientos de años, como Adán, Matusalén, Noé e, incluso en un pasado más corto, Abraham, Isaac y Jacob.

Hagamos, pues, como decía un salmista: Señor, haznos conocer el número de nuestros días, para que tengamos un corazón sabio y no codiciemos una existencia más de lo razonable y necesario.

Guarulhos-Sp, 2/03/2024.

Oli Prestes

Misionero