EL SÁBADO, CÓMO GUARDARLO

De acuerdo con las enseñanzas divinas, el tiempo no debe contarse en modo similar a la cronología de los hombres. La Biblia Sagrada, regla de fe para los creyentes, nos enseña qué necesitamos para caminar rectamente y vivir en santidad; después de todo, sin santidad nadie verá a Dios.

Cuando Dios hizo a los astros dijo: “(…) Haya lumbreras en la bóveda del cielo para distinguir el día de la noche, para servir de señales, para las estaciones y para los días y los años. Así sirvan de lumbreras para que alumbren la tierra desde la bóveda del cielo. Y fue así. E hizo Dios las dos grandes lumbreras: la lumbrera mayor para dominar en el día, y la lumbrera menor para dominar en la noche. Hizo también las estrellas. Dios las puso en la bóveda del cielo para alumbrar sobre la tierra, para dominar en el día y en la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que esto era bueno”. Gn 1:14-18.

Por otra parte, cuando Él hizo el universo, con lo que hay en él, marcaba los intervalos de tiempo de la siguiente manera: fue la tarde y fue la mañana del primer día; y fue la tarde y fue la mañana del segundo día, hasta el sexto día. Gn 1.

Tarde: período de tiempo que precede a la mañana. Normalmente posee 12 horas y tiene el nombre de crepúsculo, tarde del día, oscuridad y tinieblas de la noche. Pr 7:9. Se extiende desde el atardecer de un día hasta el amanecer a la mañana.

Día: intervalo de tiempo comprendido entre dos atardeceres y que corresponde normalmente a 24 horas. Lv 23:32.

Mañana: período de tiempo de 12 horas, comprendido entre dos noches, dos tardes o al amanecer y el ocaso del sol. También se llama día. Jn 11:9.

Antes de que se hiciera la luz en el universo había tinieblas. De esa forma, en el ciclo de 24 horas, la noche viene antes del día.

El modo de contar el día hoy, desde una medianoche hasta la próxima es incorrecto, y fue profetizado por Daniel: “Él hablará palabras contra el Altísimo y oprimirá a los santos del Altísimo. Intentará cambiar las festividades y la ley”. Dn 7:25, primera y segunda parte.

Si el día comenzara a la medianoche, la noche estaría compuesta solo por seis horas y el día tendría dieciocho horas. Sin embargo, Jesús afirmó que tiene doce. Jn 11:9. ¿Cómo puede el día comenzar a medianoche? Quien no conoce el tiempo, no puede santificar correctamente el día del Señor. De acuerdo a la instrucción dada al pueblo de Dios, debe santificarse el sábado desde el atardecer hasta el atardecer. El día, parte clara en el ciclo de 24 horas, por la cronología moderna de los hombres, comienza a las 6 de la mañana y termina a las 6 de la tarde, pero lo correcto es calcularlo desde el amanecer hasta el atardecer.

Al intentar corregir la transgresión que el pueblo practicaba con relación a Su tiempo, Nehemías ordenaba cerrar los portones de la ciudad apenas la sombra de la noche alcanzaba las puertas de Jerusalén. Transcribiremos el texto para que comprendamos mejor cómo debemos proceder.

“En aquellos días vi en Judá algunos que pisaban lagares en sábado, y acarreaban haces de trigo, y cargaban asnos con vino, uvas, higos y toda suerte de carga. Y la traían a Jerusalén en sábado. Y los amonesté que no vendieran provisiones en ese día. También en la ciudad había tirios que traían pescado y toda mercadería, y vendían en sábado a los hijos de Judá en Jerusalén. Reprendí a los señores de Judá. Les dije: ¿Qué mal es éste que hacéis, profanando así el día sábado? ¿No hicieron así vuestros padres, y trajo nuestro Dios todo este mal sobre nosotros y sobre esta ciudad? ¿Y vosotros añadís ira sobre Israel profanando el sábado? Así, cuando iba oscureciendo a las puertas de Jerusalén antes del sábado, ordené que cerrasen las puertas, y no las abrieran hasta después del sábado. Y puse a las puertas algunos de mis criados, para que no entrasen carga en sábado. Los comerciantes y los vendedores de toda clase de mercancía permanecieron durante la noche fuera de Jerusalén una o dos veces, por lo que los amonesté diciendo: ¿Por qué permanecen durante la noche frente al muro? ¡Si lo hacen otra vez les echaré mano! Desde entonces no vinieron en el sábado”. Ne 13:15-21.

Las cosas escritas anteriormente fueron escritas para nuestro aprendizaje. Si el cristiano no conoce el tiempo y el modo —pues para todas las cosas hay tiempo y modo—, es incapaz de alcanzar la perfección en la caridad y no será un varón perfecto como Dios lo requiere. Mt 5:48, 2 Tm 3:17 y Cl 3:14. Y recibirá la censura del Señor que dice: “(…) no he hallado que tus obras hayan sido acabadas delante de Dios”. Ap 3:2. Y esas obras son las obras de justicia, del amor del que habló Juan. 1 Jn 03:18.

De acuerdo a lo que el Espíritu concedió a Isaías, no debemos ocuparnos de nada material el sábado del Señor. Observe:

“Si apartas tu pie por respeto al sábado, para no hacer tu capricho en mi día santo; si al sábado llamas delicia, consagrado al Señor y glorioso; y si lo honras, no haciendo según tus propios caminos ni buscando tu propia conveniencia ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor. Yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer de la heredad de tu padre Jacob. Porque la boca del Señor ha hablado”. Is 58:13 y 14.

Y, de acuerdo al pasado, tampoco debemos cocinar ese día, pues así lo afirma la Escritura:

“Seis días se trabajará; pero el séptimo día será para ustedes sagrado, sábado de reposo consagrado al Señor. Cualquiera que haga algún trabajo en él morirá. No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo”. Ex 35:2 y 3.

Hay quien argumente que ese concepto estaba dirigido a la Israel del pasado, cuando la tarea de hacer el fuego exigía esfuerzo físico. A pesar de ello, Dios no cambia. Incluso antes de que Su Ley hubiera sido ratificada en el Sinaí, Dios así habló:

“¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?”. Ex 16:28. Y antes de eso, Moisés había instruido a su pueblo para lo siguiente:

“Y él les dijo: Esto es lo que ha dicho el Señor: Mañana es el santo día de reposo, el sábado consagrado al Señor; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que sobrare, guardadlo para mañana”. Ex 16:23.

Observemos que ellos deberían asar o cocinar, y que lo que sobrara debería reservarse para el sábado. Por lo tanto, el alimento debería conservarse listo para su consumo.

Hoy tenemos mejores condiciones de observar el sábado. Nuestras cocinas funcionan a gas; tenemos heladera, luz, energía eléctrica y agua corriente. E incluso donde esos recursos no existen es posible observarlos con buena voluntad; a fin de cuentas, esa será nuestra prueba de amor para con Jesús. Jn 14:15. Con excepción del sábado, podemos hacer todo lo que sea necesario; es decir, antes del atardecer del viernes o después del atardecer del sábado, pues creemos que todas las cosas concurren hacia el bien de aquellos que aman a Dios. Ro 8:28. “¿Qué nos separará del amor de Dios?” ¿El hambre, la desnudez? Nada puede separarnos del amor de Dios, de cumplir Sus Mandamientos. Ro 8:35.

Como vimos en la manifestación de la voluntad del Señor a través de Isaías, no podemos pretender hacer nuestra voluntad ni decir nuestras propias palabras en Su día santo. Is 58:13.

Pero existen opositores que alegan que el sábado del Señor no es el día del Señor. Y alegan motivos espurios; no se afirman en la verdad, porque no hay verdad en ellos. Dicen que ahora el día del Señor es el domingo, presumiendo por su cuenta y riesgo que Jesús resucitó ese día. Quien así piensa y cree no está correctamente instruido en la palabra de Dios.

Como aceptar los Mandamientos de Dios es una condición esencial para la sabiduría, alcanzar el temor al Señor y encontrar “el conocimiento de Dios”, quien no acepta Sus Mandamientos no alcanza la sabiduría, el temor al Señor ni el conocimiento de Dios. Pr 2:1-6, 28:7-9 y 10:8.

Abundan los errores doctrinales en las iglesias que no siguen los Mandamientos de Dios, así como no entiende las palabras de Dios quien no observa Sus Mandamientos, ya que eso es una precondición para tal punto. Algunas iglesias, aunque tengan los Mandamientos, no los observan, y por eso no aman a Dios. Jn 14:21, 15:9 y 10.

Jesús amó al mundo y probó ese amor muriendo por nosotros; y ahora Él exige nuestra prueba de amor diciendo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos”. Jn 14:15. Y Él solo ama a los que lo aman. Pr 8:17, p. parte. Y el Espíritu Santo revela que somos locos por amor del Cristo. 1 Co 04:10. Y: “Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno entre ustedes cree ser sabio en esta edad presente, hágase necio para llegar a ser sabio”. 1 Co 3:18.

¿El séptimo día de la semana, o un día en la semana de siete?

Cuando el Señor creó a los cielos y la tierra, Él hizo los tiempos: la semana, los meses y los años. La semana de siete días, el mes de treinta días y el año de doce meses.

Al retirar al pueblo de Israel de Egipto, instituyó el mes de Abib como el primero de los meses para Su pueblo. Ese mes corresponde hoy al período comprendido entre marzo y abril, incluyendo parte de uno y parte del otro.

A los días de la semana Él los llamó primero, segundo, tercero, cuarto, quinto, sexto y séptimo. Y a ese día de la semana Dios lo llamó sábado, pues en ese día Él descansó y por eso lo santificó y bendijo.

Santificación significa separación. De esa forma, Él separó ese día para el descanso y lo bendijo por eso. Su sábado está determinado: es el séptimo de la semana. Por otro lado, los sábados de los israelitas no eran fijos; es decir, variaban, pues el primer y el último día de las solemnidades ordenadas por el Señor caían en diferentes días de la semana, siendo “los sábados solemnes” o festivos. Lv 23:32 y referencias.

El sábado del séptimo día es orden, mientras que un sábado a cada siete días es desorden. Imagínese si cada persona se dirige a la congregación un día diferente y busca hacer su propio descanso.

Hasta en los sábados instituidos por Dios y llamados por “vuestros sábados” había orden. Basta leer los textos cuidadosamente. Sus tiempos estaban determinados dentro del período de un año. Las cosas instituidas por Dios tienen sabiduría, y Él es perfecto.

Hay quien use como argumento para no respetarlo la siguiente frase de Jesús: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (Jn 5:17), y también lo que el apóstol Pablo dijo: “que trabajando de día y de noche para no ser gravosos a ninguno de ustedes”. 1 Ts 2:9. Sin embargo, se olvidan de lo que también dijo el Maestro: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece”. Jn 6:27.

El trabajo de Jesús era ministerial, que también debe ser el de los llamados. De esa forma, es posible trabajar en ese trabajo noche y día como el Padre.

El lenguaje empleado por los profetas y apóstoles estaba en conformidad con el que Dios adopta en las Sagradas Escrituras, ya que ellos estaban inspirados por Él y actuaban como Su portavoz. Así, cuando la Escritura dice que Pedro y Juan subieron al templo para orar, informa que se trataba de la hora novena. Y esa hora es la que llaman 15 o 3 de la tarde. Sin embargo, como el sol nace de mañana y el día está compuesto por 12 horas, la hora novena es lo que se convino llamar 3 de la tarde o 15 en la cronología actual. Cuando Juan estaba en la isla de Patmos y escribió el libro del Apocalipsis dijo: “Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor”. Ap 01:10. Ese lenguaje inspirado no es otro sino el mismo que Dios inspiró a Isaías, quien escribió: “Si retrajeres del día de sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, consagrado al Señor, glorioso; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Señor ha hablado”. Is 58:13 y 14. Eso fue lo que hizo el apóstol: llamó al sábado el día del Señor.

Para Dios, un tiempo puede estar compuesto por 12 horas, un día, un año, un milenio, un intervalo de tiempo o una ocasión. De esta forma, Su día también puede ser Su sábado, el día de Su advenimiento o un determinado período de tiempo. Con todo, conocemos Su intención por el contexto, pues Su Espíritu en nosotros nos hace saber eso; al final de cuentas, penetra todas las cosas y hasta las profundidades de Dios. 1 Co 2:10.

Algunos piensan que, por el hecho de que el Señor habla del padre, Jacob, Él está hablando a Israel nominal, de Palestina. Pero observe lo que dice el apóstol Pablo:

“Pero la Jerusalén de arriba, la cual es nuestra madre, es libre; porque está escrito: Alégrate, oh estéril, que no das a luz; prorrumpe en grito de júbilo y levanta la voz, tú que no estás de parto; porque más son los hijos de la desolada que los de la que tiene marido. Ahora bien, hermanos, ustedes son hijos de la promesa tal como Isaac. (…) Así que, hermanos, no somos hijos de la esclava, sino de la libre”. Gl 4:26-28 y 31.

Así, nosotros, los que creímos, somos la descendencia prometida a Abraham, de la cual descienden los patriarcas e Isaac, el padre de Jacob, hijo de la promesa como nosotros que fuimos prometidos a Abraham, y que somos como las estrellas del cielo y como la arena del mar en gran cantidad. Gn 15:5, 22:17 y 32:12.

Pero hay quien diga que nadie logra observar los Mandamientos y que no hay ni siquiera un justo. Así y todo, antes de que se recibieran las leyes en el Sinaí, las Escrituras decían que Abraham observó los Mandamientos del Señor. Y el propio Dios dijo eso. Observe:

“Y el Señor dijo: ¿Encubro yo a Abraham lo que hago, habiendo de ser Abraham en gran gente y fuerte, y habiendo de ser benditos en él todos los gentiles de la tierra? Porque yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino del Señor, haciendo justicia y juicio, para que haga venir sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él”. Gn 18:17-19. Y como está demostrado en el cuestionario, los caminos de Señor y Su Justicia son Sus Mandamientos. Ml 2:8 e 9 y Sl 119:172. Y la justicia de Dios es eterna. Sal 119:142. Y quien practica la justicia es justo, como Él es justo. 1 Jn 3:7.

Dios dio testimonio de Abraham a Isaac y dijo: “porque Abraham obedeció mi voz y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis instrucciones”. Gn 26:5.

Además, dicen las Escrituras que Zacarías e Isabel, su mujer, eran justos. Y eran justos porque observaban la justicia de Dios y guardaban Sus Mandamientos. Observe:

“En los días de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías. Su esposa era de las hijas de Aarón, y se llamaba Elisabet. Ambos eran justos delante de Dios, y vivían irreprensiblemente en todos los mandamientos y las ordenanzas del Señor”. Lc 1:5 y 6. También José, esposo de María, madre de Jesús, era justo. Mt 1:19.

Por consiguiente, todos los que practican la justicia de Dios; es decir, guardan Sus Mandamientos, son justos como Dios es justo. Observe:

“Hijitos, no os engañe ninguno; el que hace justicia, es justo, como Él también es justo”. 1 Jn 3:7.

Quien no cree en los Mandamientos de Dios, no consigue guardarlos, pues Él es la Ley de la Fe. Ro 3:27 y 31. Y no son gravosos, como inspiradamente dijo Juan. 1 Jn 5:3. Y quien no los observa, no puede estar en Dios. 1 Jn 3:24. Y, por consiguiente, no puede estar en él el amor del Padre. Jn 14:9 y 10.

Pero hay quien adopte como argumento pasajes bíblicos que no dicen lo que quiera. En una de ellas el apóstol dice: “Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años”. Galatas 4:10. Y otra que dice: “(…) nadie os critique en asuntos de comida o de bebida, o en cuanto a días de fiesta, luna nueva o sábados”. Cl. 2:16.

Como vimos cuando citamos las leyes que ordenaban “los sábados solemnes”, existían días solemnes, meses solemnes y años solemnes, y los judíos los observaban inclusive en el tiempo de Pablo. Esos judíos pretendían obligar a las personas que estaban adhiriendo al “camino” a observar esos días, alegando que, de lo contrario, no estarían respetando la ley. Y que también ellos deberían circuncidarse para cumplir la ley de Moisés. Eso llevó a Pablo a escribir la epístola “a los Gálatas” que trata sobre el tema.

En todos los casos, como dice el apóstol a los Hebreos, Dios retira el primer pacto para establecer el segundo. El primero contenía la observación de las ordenanzas sagradas, que consistía en la oferta de manjares, comidas, bebidas y oblaciones. Heb 9. También preceptos de no tocar y no manosear, que Pablo decía ser ordenanzas. Col 2:20 y 21. Pero Cristo retiró esas cosas, que nada perfeccionó, cancelando la deuda que teníamos y quitándola de nosotros, clavándola en la cruz. Col 2:14.

Así, ya que eran ordenanzas y existía un tiempo para que se observaran, Jesús, el sumo sacerdote de los bienes futuros, al llegar retiró el primero y estableció el segundo; anuló el hecho en Horeb y ratificó el hecho en la tierra de Moab.

Por eso dijo Isaías: “El que mata un toro es como el que mata a un hombre; el que sacrifica una oveja es como el que desnuca un perro; el que presenta ofrenda vegetal es como el que presenta sangre de cerdo; el que hace una ofrenda de incienso es como si bendijera a un ídolo. Así como ellos escogieron sus propios caminos y sus almas se complacieron en sus abominaciones”. Is 66:3.

Así los profetas, al recibir estas cosas, quisieron saber si ellas eran para su tiempo y se les dijo que no era para sí mismos sino para los gentiles. 1 Pe 1:11 y 12.

Isaías escribió lo que el Señor dijo a través de él:

“Cuando vienen a ver mi rostro, ¿quién pide esto de sus manos, para que pisoteen mis atrios? No traigan más ofrendas vanas. El incienso me es una abominación; también las lunas nuevas, los sábados y el convocar asambleas. ¡No puedo soportar iniquidad con asamblea festiva! Mi alma aborrece sus lunas nuevas y sus festividades. Me son una carga; estoy cansado de soportarlas”. Is 1:12-14.

Mientras tanto, observe cuidadosamente el contexto, compárelo con Levítico 23 y verá a lo que se está refiriendo el Señor: convocación de las congregaciones, vuestras solemnidades (comparar con Lv 23:1, 8, 9, 17, 21, 28 y 29). De esta forma, esos sábados eran vuestros sábados.

Y de ellos dice también el Señor a través de Oseas: “Haré cesar todo su regocijo: sus fiestas, sus lunas nuevas, sus sábados y todas sus festividades”. Os 2:11. Y el Señor dice más adelante: “Te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en justicia y derecho, en lealtad y compasión. Yo te desposaré conmigo en fidelidad y conocerás al Señor”. V. 19 y 20. Además, advierte el Señor a través de Jeremías:

“Así ha dicho el Señor: Guárdense a ustedes mismos, no trayendo cargas en el día del sábado para introducirlas por las puertas de Jerusalén. Tampoco saquen carga de sus casas en el día del sábado ni hagan obra alguna. Más bien, santifiquen el día del sábado, como mandé a sus padres. (…). Sin embargo, dice el Señor, si ustedes de veras me obedecen, no introduciendo cargas por las puertas de esta ciudad en el día del sábado, sino santificando el día del sábado y no haciendo en él ningún trabajo, entonces entrarán por las puertas de esta ciudad, en carros y a caballo, los reyes y los magistrados que se sientan sobre el trono de David, ellos y sus magistrados, los hombres de Judá y los habitantes de Jerusalén. Y así esta ciudad será habitada para siempre. (…). Pero si no me obedecen para santificar el día del sábado, y para no llevar cargas ni entrar por las puertas de Jerusalén en día del sábado, prenderé fuego a sus puertas, el cual devorará los palacios de Jerusalén, y no se apagará”. Jr 17:21 y 22, 24 a 25 y 27.

El sábado, además de ser el memorial de la creación, también es la señal entre Dios y Su pueblo. Observe:

“También les di mis sábados para que fueran una señal entre ellos y yo, para que supieran que yo soy el Señor, el que los santifico. (…). Santifiquen mis sábados, y serán una señal entre mí y ustedes, para que se sepa que yo soy el Señor su Dios. Pero los hijos se rebelaron contra mí. No anduvieron según mis estatutos ni guardaron mis decretos poniéndolos por obra, los cuales, el hombre que los cumpla, por ellos vivirá. Y profanaron mis sábados, por lo cual dije que derramaría sobre ellos mi ira para agotar en ellos mi furor en el desierto. Pero yo retiré mi mano y actué por causa de mi nombre, para no ser profanado a vista de las naciones, ante cuya vista los saqué. También en el desierto les alcé mi mano jurándoles que los dispersaría entre las naciones y que los esparciría entre los países, porque no pusieron por obra mis decretos, rechazaron mis estatutos, profanaron mis sábados, y sus ojos se fueron tras los ídolos de sus padres”. Ez 20:12, 20 a 24.

Cuando el Señor promulgó Su Ley frente al pueblo en el desierto del Sinaí, Él mismo fue quien habló desde las nubes y dijo con relación al sábado: “Te acordarás el día del reposo, para santificarlo. Seis días obrarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día será sábado al Señor tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas; porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día del sábado y lo santificó”. Ex 20:8-11.

Observemos los detalles:

Al comienzo del capítulo veinte dice: Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: “Yo soy el Señor tu Dios”. De esa forma, empieza a dictar Sus leyes directamente al pueblo, y eso está inequívocamente registrado en el Deuteronomio, que dice: “El día que estuviste delante del Señor tu Dios en Horeb, el Señor me dijo: ‘Reúneme al pueblo para que yo los haga oír mis palabras, las cuales aprenderán para temerme todos los días que vivan en la tierra, y para enseñarlas a sus hijos’. Y se acercaron y se reunieron al pie del monte. El monte ardía con fuego hasta el corazón de los cielos, con densas nubes y oscuridad. Entonces el Señor les habló de en medio del fuego. Ustedes oyeron el sonido de sus palabras, pero aparte de oír su voz, no vieron ninguna imagen. Él les declaró su pacto, el cual les mandó poner por obra: Los Diez Mandamientos. Y los escribió en dos tablas de piedra”. Dt 4:10-13.

Además, en los versos donde se citan los Mandamientos, podemos observar otros detalles importantes como: “pero el séptimo día será sábado para el Señor tu Dios”. Y no era sábado solo para que él, pueblo de Israel, no trabajara ese día, sino que se extendía hasta su animal, que le servía, al siervo y al extranjero que peregrinara en medio a él. Ello se debía porque estaban los siervos del pueblo, así como los agregados al pueblo de Israel, por acuerdos o por mezcla. Así le habló Dios a Moisés y ordenó que instruyera al pueblo: “Habrá una misma ley para ustedes, tanto para el extranjero como para el natural”. Lv 24:22.

Y dijo aún: “Si algún extranjero que reside entre ustedes quisiera celebrar la Pascua del Señor, que sea circuncidado todo varón de su familia. Entonces podrá celebrarla, y será como el natural de la tierra. Pero ningún incircunciso comerá de ella. La misma ley será para el natural y para el extranjero que viva entre ustedes”. Ex 12:48 y 49; Lv. 24:22; Nm 15:16, 29.

Es importante destacar que, cuando Dios transmitió Sus leyes al pueblo, Moisés no había subido al monte; por consiguiente, no había recibido las tablas de piedra en las cuales constó el Decálogo. Sin embargo, ya se había instaurado el primer pacto que contenía las leyes de ordenanzas. Al mismo tiempo en que Dios concedió Su Ley a Moisés, también le dio los estatutos, preceptos y juicios. Observe:

“Estas son las leyes, los decretos y las instrucciones que el Señor estableció entre él y los hijos de Israel en el monte Sinaí, por medio de Moisés”. Lv 26:46.

Es importante que se sepa que, no obstante que las ordenanzas hubieran sido abolidas a partir de la muerte de Jesús, que las clavó en la cruz, los estatutos y juicios establecidos por Dios y otorgados a Moisés no fueron abolidos. Por eso Dios dijo a través de Malaquías: “Acuérdense de la ley de mi siervo Moisés, a quien encargué en Horeb leyes y decretos para todo Israel”. Ml 4:4.

Oli Prestes

Misionero

Obs.: Esse texto está em língua portuguesa aqui nesta página, com o título: "O sábado, como guardá-lo?"