PROMESAS DE DIOS

Es común oír, en el medio cristiano, que se reivindiquen las bendiciones de Dios a causa de Sus promesas. Pero, ¿qué prometió Dios? ¿Sólo bendiciones o también maldiciones? ¿Y a quién prometió tanto las primeras como las segundas? Veamos:

En diversas ocasiones, Dios habló a Su pueblo por medio de Moisés sobre las condiciones para que pudiera obtener tanto auxilio como bendiciones, así como sobre el sufrimiento causado por las maldiciones que sobrevendrían como consecuencia de la negligencia y de la falta de obediencia a Sus requisitos: preceptos, estatutos, mandamientos, leyes, testimonios, ordenanzas y juicios.

Y, cada vez que Él propuso alguna promesa, también estableció condiciones para que esta pudiera ser alcanzada. Veamos el rol de las promesas y los condicionantes para ellas:

“Ahora pues, si en verdad escucháis mi voz y guardáis mi pacto, seréis mi especial tesoro entre todos los pueblos. Porque mía es toda la tierra”. Ex 19:5.

Pero, ¿qué es Su pacto? Observe:

“Y Él anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra: los diez mandamientos. Y los escribió en dos tablas de piedra”. Dt 4:13.

“Pero si en verdad oyes su voz, y haces todo lo que yo te diga, seré enemigo de tus enemigos y adversario de tus adversarios”. Ex 23:22.

“Sucederá que si obedecen cuidadosamente mis mandamientos que hoy les mando, para amar al Señor su Dios y para servirle con todo su corazón y con toda su alma, entonces él dará la lluvia a la tierra de ustedes en su tiempo, tanto la lluvia temprana como la lluvia tardía. Así podrás recoger tu grano, tu vino y tu aceite. Él dará también hierba en tu campo para tu ganado. Así comerás y te saciarás. Guárdense, pues, no sea que su corazón se engañe y se aparten y sirvan a otros dioses, y se inclinen a ellos. No sea que se encienda el furor del Señor contra ustedes y cierre los cielos y no haya lluvia, ni la tierra dé su fruto, y perezcan rápidamente sobre la buena tierra que el Señor les da. Por tanto, pondrán estas palabras mías en su corazón y en su alma. Las atarán a su mano como señal, y estarán como frontales entre sus ojos. Las enseñarán a sus hijos, hablando de ellas sentado en tu casa o andando por el camino, cuando te acuestes y cuando te levantes. Las escribirás en los postes de tu casa y en las puertas de tus ciudades, para que sus días y los días de sus hijos sobre la tierra que el Señor juró a sus padres que les había de dar, sean tan numerosos como los días de los cielos sobre la tierra. Porque si guardan cuidadosamente todos estos mandamientos que yo les mando para que los cumplan, amando al Señor su Dios, andando en todos sus caminos y siendo fieles a él, entonces el Señor también echará todas estas naciones de delante de ustedes, y desalojarán naciones más grandes y más poderosas que ustedes. Todo lugar que pise la planta de su pie será de ustedes. Su territorio será desde el desierto hasta el Líbano, y desde el río, el río Éufrates, hasta el mar occidental. Nadie prevalecerá ante ustedes. El Señor su Dios pondrá miedo y pavor de ustedes sobre la faz de toda la tierra que pisen, como él se lo ha prometido. Mira, pues; yo pongo hoy delante de ustedes la bendición y la maldición: la bendición, si obedecen los mandamientos del Señor su Dios que yo les mando hoy; y la maldición, si no obedecen los mandamientos del Señor su Dios, sino que se apartan del camino que yo les mando hoy, para ir en pos de otros dioses que no han conocido. Sucederá que cuando el Señor tu Dios te introduzca en la tierra a la cual vas para tomarla en posesión, pondrás la bendición sobre el monte Gerizim y la maldición sobre el monte Ebal. ¿Acaso no están estos al otro lado del Jordán, hacia donde se pone el sol, en la tierra de los cananeos que habitan en el Arabá, frente a Gilgal, junto a la encina de More? Ciertamente ustedes van a cruzar el Jordán para ir a tomar posesión de la tierra que les da el Señor su Dios, y la tomarán y habitarán en ella. Entonces cuidarán de poner por obra todas las leyes y decretos que yo pongo hoy delante de ustedes”. Dt 11:13 – 32.

“Acontecerá que si oyes atentamente la voz del Señor tu Dios, para guardar y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también el Señor tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz del Señor tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad y bendito en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Benditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir. El Señor derrotará a tus enemigos que se levantaren contra ti; por un camino saldrán contra ti, y por siete caminos huirán de delante de ti. El Señor te enviará su bendición sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da. Te confirmará el Señor por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos del Señor tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre del Señor es invocado sobre ti, y te temerán. El Señor te hará abundar en bienes, en el fruto de tu vientre, en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en la tierra que el Señor juró a tus padres que te había de dar. El Señor te abrirá su buen tesoro, el cielo, para enviar la lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchas naciones, y tú no pedirás prestado. El Señor te pondrá por cabeza y no por cola; estarás encima solamente, nunca debajo, si obedeces los mandamientos del Señor tu Dios, que yo te ordeno hoy; si los guardas y cumples y si no te apartares de todas las palabras que yo te mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos y servirles”. Dt 28:1 a 14.

Como vimos, la condición es cumplir con diligencia todo lo que Él determinó. Pero hay quien piense que las enseñanzas estaban dirigidas a la Israel de Palestina y no a la Israel de hoy; en este caso, los que se consideran cristianos. Mientras tanto, los cristianos reivindican las bendiciones, pero no las maldiciones, y estas son muchas y graves. Observe:

“Pero acontecerá, si no oyes la voz del Señor tu Dios, y no procuras cumplir todos sus mandamientos y sus estatutos que yo te ordeno hoy, vendrán sobre ti y te alcanzarán todas estas maldiciones. Maldito serás tú en la ciudad y maldito en el campo. Malditas serán tu canasta y tu artesa de amasar. Maldito el fruto de tu vientre, el fruto de tu tierra, el fruto de tus bestias, la cría de tus vacas y los rebaños de tus ovejas. Maldito serás en tu entrar, y maldito en tu salir. El Señor enviará contra ti la maldición, quebranto y asombro en todo cuanto pusieres mano e hicieres, hasta que seas destruido, y perezcas pronto a causa de la maldad de tus obras por las cuales me habrás dejado. El Señor traerá sobre ti mortandad, hasta que te consuma de la tierra a la cual entras para tomar posesión de ella. El Señor te herirá de tisis, de fiebre, de inflamación y de ardor, con sequía, con calamidad repentina y con añublo; y te perseguirán hasta que perezcas. Y los cielos que están sobre tu cabeza serán de bronce, y la tierra que está debajo de ti, de hierro. Dará el Señor por lluvia a tu tierra polvo y ceniza; de los cielos descenderán sobre ti hasta que perezcas. El Señor te entregará derrotado delante de tus enemigos; por un camino saldrás contra ellos, y por siete caminos huirás delante de ellos; y serás vejado por todos los reinos de la tierra. Y tus cadáveres servirán de comida a toda ave del cielo y fiera de la tierra, y no habrá quien las espante. El Señor te herirá con la úlcera de Egipto, con tumores, con sarna, y con comezón de que no puedas ser curado. El Señor te herirá con locura, ceguera y turbación de espíritu; y palparás a mediodía como palpa el ciego en la oscuridad, y no serás prosperado en tus caminos; y no serás sino oprimido y robado todos los días, y no habrá quien te salve. Te desposarás con mujer, y otro varón dormirá con ella; edificarás casa, y no habitarás en ella; plantarás viña, y no la disfrutarás. Tu buey será matado delante de tus ojos, y tú no comerás de él; tu asno será arrebatado de delante de ti, y no te será devuelto; tus ovejas serán dadas a tus enemigos, y no tendrás quien te las rescate. Tus hijos y tus hijas serán entregados a otro pueblo, y tus ojos lo verán, y desfallecerán por ellos todo el día; y no habrá fuerza en tu mano. El fruto de tu tierra y de todo tu trabajo comerá pueblo que no conociste; y no serás sino oprimido y quebrantado todos los días. Y enloquecerás a causa de lo que verás con tus ojos. Te herirá el Señor con maligna pústula en las rodillas y en las piernas, desde la planta de tu pie hasta tu coronilla, sin que puedas ser curado. El Señor te llevará a ti, y al rey que hubieres puesto sobre ti, a nación que no conociste ni tú ni tus padres; y allá servirás a dioses ajenos, al palo y a la piedra. Y serás motivo de horror, y servirás de refrán y de burla a todos los pueblos a los cuales te llevará el Señor. Sacarás mucha semilla al campo, y recogerás poco, porque la langosta lo consumirá. Plantarás viñas y labrarás, pero no beberás vino, ni recogerás uvas, porque el gusano se las comerá. Tendrás olivos en todo tu territorio, mas no te ungirás con el aceite, porque tu aceituna se caerá. Hijos e hijas engendrarás, y no serán para ti, porque irán en cautiverio. Toda tu arboleda y el fruto de tu tierra serán consumidos por la langosta. El extranjero que estará en medio de ti se elevará sobre ti muy alto, y tú descenderás muy abajo. Él te prestará a ti, y tú no le prestarás a él; él será por cabeza, y tú serás por cola. Y vendrán sobre ti todas estas maldiciones, y te perseguirán, y te alcanzarán hasta que perezcas; por cuanto no habrás atendido a la voz del Señor tu Dios, para guardar sus mandamientos y sus estatutos, que él te mandó; y serán en ti por señal y por maravilla, y en tu descendencia para siempre. Por cuanto no serviste al Señor tu Dios con alegría y con gozo de corazón, por la abundancia de todas las cosas, servirás, por tanto, a tus enemigos que enviare el Señor contra ti, con hambre y con sed y con desnudez, y con falta de todas las cosas; y él pondrá yugo de hierro sobre tu cuello, hasta destruirte. El Señor traerá contra ti una nación de lejos, del extremo de la tierra, que vuele como águila, nación cuya lengua no entiendas; gente fiera de rostro, que no tendrá respeto al anciano, ni perdonará al niño; y comerá el fruto de tu bestia y el fruto de tu tierra, hasta que perezcas; y no te dejará grano, ni mosto, ni aceite, ni la cría de tus vacas, ni los rebaños de tus ovejas, hasta destruirte. Pondrá sitio a todas tus ciudades, hasta que caigan tus muros altos y fortificados en que tú confías, en toda tu tierra; sitiará, pues, todas tus ciudades y toda la tierra que el Señor tu Dios te hubiere dado. Y comerás el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y de tus hijas que el Señor tu Dios te dio, en el sitio y en el apuro con que te angustiará tu enemigo. El hombre tierno en medio de ti, y el muy delicado, mirará con malos ojos a su hermano, y a la mujer de su seno, y al resto de sus hijos que le quedaren; para no dar a alguno de ellos de la carne de sus hijos, que él comiere, por no haberle quedado nada, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en todas tus ciudades. La tierna y la delicada entre vosotros, que nunca la planta de su pie intentaría sentar sobre la tierra, de pura delicadeza y ternura, mirará con malos ojos al marido de su seno, a su hijo, a su hija, al recién nacido que sale de entre sus pies, y a sus hijos que diere a luz; pues los comerá ocultamente, por la carencia de todo, en el asedio y en el apuro con que tu enemigo te oprimirá en tus ciudades. Si no cuidares de poner por obra todas las palabras de esta ley que están escritas en este libro, temiendo este nombre glorioso y temible, el Señor tu Dios, entonces aumentará el Señor maravillosamente tus plagas y las plagas de tu descendencia, plagas grandes y permanentes, y enfermedades malignas y duraderas; y traerá sobre ti todos los males de Egipto, delante de los cuales temiste, y no te dejarán. Asimismo, toda enfermedad y toda plaga que no está escrita en el libro de esta ley, el Señor la enviará sobre ti, hasta que seas destruido. Y quedaréis pocos en número, en lugar de haber sido como las estrellas del cielo en multitud, por cuanto no obedecisteis a la voz del Señor tu Dios. Así como el Señor se gozaba en haceros bien y en multiplicaros, así se gozará el Señor en arruinaros y en destruiros; y seréis arrancados de sobre la tierra a la cual entráis para tomar posesión de ella. El Señor te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará el Señor corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. Por la mañana dirás: ‘¡Quién diera que fuese la tarde!’, y a la tarde dirás: ‘¡Quién diera que fuese la mañana!’, por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos. Y el Señor te hará volver a Egipto en naves, por el camino del cual te ha dicho: Nunca más volverás; y allí seréis vendidos a vuestros enemigos por esclavos y por esclavas, y no habrá quien os compre”. Dt 28:15 a 68.

“Estas son las palabras del pacto que el Señor mandó a Moisés que celebrase con los hijos de Israel en la tierra de Moab, además del pacto que concertó con ellos en Horeb”. Dt 29:1.

Y a causa de ese texto presente al comienzo del capítulo 29, algunos dicen que los conceptos servían sólo para los israelitas salidos de Egipto de mano de Moisés. Sin embargo, otro texto dice:

“Y no solamente con vosotros hago yo este pacto y este juramento, sino con los que están aquí presentes hoy con nosotros delante del Señor nuestro Dios, y con los que no están aquí hoy con nosotros”. Dt 29:14 y 15.

Mucho tiempo después, Dios vuelve a reivindicar obediencia al aprendizaje de los caminos de Su pueblo a través de Jeremías, así como la obediencia específica al cuarto Mandamiento de Su Ley. Observe:

“Y si cuidadosamente aprendieren los caminos de mi pueblo, para jurar en mi nombre, diciendo: Vive el Señor, así como enseñaron a mi pueblo a jurar por Baal, ellos serán prosperados en medio de mi pueblo”. Jr 12:16.

“No obstante, si vosotros me obedeciereis, dice el Señor, no metiendo carga por las puertas de esta ciudad en el día del sábado, sino que santificareis el día de reposo, no haciendo en él ningún trabajo, entrarán por las puertas de esta ciudad, en carros y en caballos, los reyes y los príncipes que se sientan sobre el trono de David, ellos y sus príncipes, los varones de Judá y los moradores de Jerusalén; y esta ciudad será habitada para siempre. Y vendrán de las ciudades de Judá, de los alrededores de Jerusalén, de tierra de Benjamín, de la Sefelá, de los montes y del Néguev, trayendo holocausto y sacrificio, y ofrenda e incienso, y trayendo sacrificio de alabanza a la casa del Señor”. Jr 17:24 a 26.

Pero, en el caso de que no se observara con diligencia, sobrevendrían las maldiciones previstas por Él. Observe:

“Pero si no me oyereis para santificar el día del sábado, y para no traer carga ni meterla por las puertas de Jerusalén en día del sábado, yo haré descender fuego en sus puertas, y consumirá los palacios de Jerusalén, y no se apagará”. Jr 17:27.

Finalmente, para confirmar nuestra tesis con relación a la obediencia a los Mandamientos de Dios, el Decálogo, y su extensión a los cristianos de hoy, citaremos un texto del apóstol Pablo. Observe:

“La circuncisión nada es, y la incircuncisión nada es, sino el guardar los mandamientos de Dios”. 1 Co 7:19.

Por lo tanto, exigir obediencia diligente a los Mandamientos de Dios alcanza a los que alguna vez fueron gentiles, pero que se hicieron cristianos por aceptar la palabra de Dios, Sus Mandamientos, según Sal 119:160, 151, 142 y 172.

Oli Prestes

Misionero

Obs.: Esse texto está publicado em lingua portuguesa aqui nessa página, com o título "Promessas de Deus".