LA GLORIA PROVENIENTE DE DIOS

Cuando se habla de gloria nos viene a la mente fulgor, brillo, luz. Por otro lado, hay una gloria que Dios concede al hombre, que depende del mismo ser humano para absorberla. Dijo Jesús: ”Yo les he dado la gloria que me diste, para que sean uno, así como nosotros somos uno“. Jn 17:22. Los hombres quieren gloria (fama) y, para obtenerla, sacrifican hasta la propia vida. Mientras tanto, existe una gloria que no es muerte sino vida perenne.

¿Qué gloria sería esa que Dios puede dar y que depende del hombre para absorberla?

Las páginas de la Biblia están repletas de informaciones muy profundas y maravillosas, a pesar de que los ojos humanos no son capaces de observarlas del modo como realmente son y que el corazón del hombre no presenta condiciones de alcanzar su profundidad.

La expresión de Jesús citada al principio es parte de una oración en beneficio de Sus discípulos. Observe:

“Estas cosas habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que también tu Hijo te glorifique a ti; como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste. Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciera. Ahora pues, Padre, glorifícame tú al lado tuyo, con aquella gloria que tuve contigo antes que el mundo existiera. He manifestado tu nombre a los hombres que del mundo me diste; tuyos eran, y me los diste, y han guardado tu palabra. Ahora han conocido que todas las cosas que me has dado proceden de ti; porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han conocido verdaderamente que salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque tuyos son, y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo mío; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy en el mundo; pero estos están en el mundo, y yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros. Cuando estaba con ellos en el mundo, yo los guardaba en tu nombre; a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió, sino el hijo de perdición, para que la Escritura se cumpliera. Pero ahora voy a ti; y hablo esto en el mundo, para que tengan mi gozo cumplido en sí mismos. Yo les he dado tu palabra; y el mundo los odió, porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad; tu palabra es la verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo. Y por ellos yo me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad. Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me enviaste y que los has amado a ellos tal como me has amado a mí. Padre, aquellos que me has dado, quiero que donde yo esté, también ellos estén conmigo, para que vean mi gloria que me has dado; porque me has amado desde antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido, y estos han conocido que tú me enviaste. Y les he dado a conocer tu nombre, y lo daré a conocer aún, para que el amor con que me has amado, esté en ellos, y yo en ellos”. Jn 17.

Es posible que pocas personas ya hubieran notado este texto, teniendo en mente que es una oración de Jesús.

Antes de manifestar el significado de la gloria que Jesús le dio y les da a los Suyos, es importante citar otros textos. Observe:

“Con todo eso, aun de los gobernantes, muchos creyeron en él; pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga. Porque amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios”. Jn 12:42 y 43.

En la actualidad, las condiciones no son diferentes. La mayoría prefiere la gloria de los hombres y teme ser excluido de los medios a los cuales participa, a semejanza de los que seguían a los fariseos del tiempo en el que Jesús cumplió Su ministerio terreno en Palestina. “Con todo eso, aún de los gobernantes, muchos creyeron en él, pero a causa de los fariseos no lo confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga”.

Cuando Jesús dijo que muchos de los gobernantes creyeron en Él no significa que creyeron que Él fuera el Salvador sino en sus palabras, que eran bíblicas. Él manifestaba a los judíos lo que ellos ya tenían en las Escrituras; no era nada nuevo. Sin embargo, como los escribas y doctores no las practicaban ni enseñaban, parecía algo extraño y una herejía por parte de Jesús, razón por la cual aquel pueblo no entendía. Y en la misma ocasión, Jesús habló sobre eso. Observe:

“Pero, a pesar de que había hecho tantas señales delante de ellos, no creían en él; para que se cumpliera la palabra del profeta Isaías, que dijo: Señor, ¿quién ha creído a nuestro anuncio? ¿Y a quién se ha revelado el brazo del Señor? Por esto no podían creer, porque también dijo Isaías: Cegó los ojos de ellos, y endureció su corazón; para que no vean con los ojos, y entiendan con el corazón, y se conviertan, y yo los sane”. Jn 12:37 a 40.

Normalmente, las personas creen en lo que son capaces de ver, como Tomé, uno de los apóstoles de Jesús. Sin embargo, el texto anterior cuenta que Jesús había enviado diversas señales a los hombres pero que aun así estos permanecían incrédulos.

Conozco a personas que tienen el hábito de decir “no creo” cuando se enfrentan con algo sorprendente o admirable o que no esperaban encontrar en determinada ocasión, como la presencia de alguien como yo. Y hoy yo digo: Si usted no cree en lo que ve, ¿cómo puede creer en lo que no ve?

En otra ocasión dijo Jesús:

“Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no es verdadero. Otro es el que da testimonio acerca de mí, y sé que el testimonio que da de mí es verdadero. Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él dio testimonio de la verdad. Pero yo no recibo testimonio de hombre alguno; mas digo esto, para que vosotros seáis salvos. Él era antorcha que ardía y alumbraba; y vosotros quisisteis regocijaros por un tiempo en su luz. Mas yo tengo mayor testimonio que el de Juan; porque las obras que el Padre me dio para que cumpliera, las mismas obras que yo hago, dan testimonio de mí, que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió ha dado testimonio de mí. Nunca habéis oído su voz, ni habéis visto su aspecto, ni tenéis su palabra morando en vosotros; porque a quien él envió, vosotros no creéis. Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí; y no queréis venir a mí para que tengáis vida. Gloria de los hombres no recibo. Mas yo os conozco, que no tenéis amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniera en su propio nombre, a ése recibiríais. ¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? No penséis que yo voy a acusaros delante del Padre; hay quien os acusa, Moisés, en quien tenéis vuestra esperanza. Porque si creyeseis a Moisés, me creeríais a mí, porque de mí escribió él. Pero si no creéis a sus escritos, ¿cómo creeréis a mis palabras?”. Jn 5:31 a 47.

Los textos de Jesús son tan igualmente esclarecedores y profundos que tendríamos que prolongarnos excesivamente para comentarlos, algo que no sería aceptable por aquellos que no aman la palabra de Dios. Mi intención consiste en poder obtener comprensión, aunque sepamos que, si el lector opta por no cumplir las reglas reveladas por Dios a Salomón en Proverbios 2 de 1 a 4, no logrará alcanzar lo prometido en el verso cinco del mismo capítulo, ya que la promesa depende del cumplimiento de sus prerrequisitos.

En el verso 33 del texto anterior, se nos informa que los judíos mandaron mensajeros a Juan el Bautista y que él dio testimonio de la verdad. En el verso siguiente, Jesús informa no recibir testimonios de hombres. En ese caso, Juan no dio testimonio del varón Jesús, el cual dijo ser la verdad, sino de Cristo, la palabra de Dios, Su Ley, la cual es la verdad, conforme Salmo 119:142, última parte. Esa es una prueba más de nuestra tesis de que, cuando Jesús afirmó ser el camino, la verdad y la vida, no hablaba de Sí mismo como varón, sino como palabra de Dios, como Su Ley que Lo representa.

Continuemos. A todo y a todos se dedica una fecha determinada. A los profesionales, a los artistas, a los operadores, a los muertos y hasta a la muerte, pues se habla mucho del día de la muerte. Sin embargo, casi no se ve hablar de un día de Dios, aunque se hable del día del juicio final, y eso porque tal vez muchos no comprendan cuál tendría que considerarse como el día del Señor. De este modo, sacamos esta información a la luz para que, aquellos que por ventura estén ciegos, puedan ver.

“Si retrajeres del día sábado a tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, consagrado al Señor, glorioso; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Señor ha hablado”. Is 58:13 y 14.

Observe que una de las condiciones establecidas por Dios para la elevación espiritual es llamar delicia al sábado, considerándolo el santo día del Señor. Fue eso lo que hizo Juan al narrar las misiones del Apocalipsis, transmitidas a él cuando estaba en el Espíritu. Él dice: “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta”. Ap 1:9 y 10.

Una de las razones por las cuales Dios entrega los hombres a un espíritu libertino para que deshonren sus cuerpos entre sí es el cambio que convierten en mentira la verdad de Dios, Su Ley o Mandamientos. Observe:

“y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes de que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén. Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen”. Ro 1:23 a 28.

Como se reveló a Pablo en este texto, la homosexualidad masculina y las relaciones contrarias a la naturaleza practicadas por mujeres tienen como causa los cambios aplicados a la gloria de Dios, construyendo o haciendo culto a imágenes de criaturas y contrariando el Mandamiento de Dios que dice: «No te harás imagen, ni ninguna semejanza de cosa que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás”. Ex 20:4 y 5.

Aquellos que actúan como ciegos se inclinan delante de lo que las manos de los hombres fabricaron, recibiendo en sí mismos la debida recompensa de sus errores.

Si la gloria de Dios, citada al comienzo del versículo 23 y llamada verdad de Dios en el versículo 25, se considerara fulgor o brillo, ningún hombre podría cambiarla. El contexto muestra que se trata de la Ley de Dios que, entre otros nombres, también se denomina “La Verdad de Dios”.

Por lo tanto, la gloria que Jesús dio y da a los Suyos es Su Ley, pues ella es la palabra de Dios y no la Biblia como algunos afirman, y que toma otros nombres como:

La Ley buena. 1 Tm 1:8.

La Ley de la Benevolencia o de la Beneficencia. Pr 31:26.

La Ley de la Fe. Ro 3:27, primera parte.

La Ley de la Justicia. Ro 9:31.

La Ley de la Libertad. St 2:12.

La Ley de la Verdad. Ml 2:6.

La Ley de Cristo. 1 Co 9:21.

La Ley de Dios. Sal 37:31; Ro 7:25.

La Ley del Dios del cielo. Esd 7:12.

La Ley del Dios de los cielos. Esd 7:21.

La ley del Espíritu de vida. Ro 8:2.

La Ley de nuestro Dios. Is 01:10.

La Ley Perfecta. Sal 19:7; St 1:25.

La ley Real. St 2:8.

La Ley del Señor. Ex 13:9; 2 Cr. 17:9; Esd 7:10; Sl. 19:7.

La Ley del Señor Dios de Israel. 2 R 10:31.

La Ley Santa. Ro 7:12.

En forma similar, los Mandamientos de Dios, que corresponden a Su Ley, también reciben igual número de nombres. Observe:

El Mandamiento antiguo. 1 Jn 2:7.

El Mandamiento bueno. Ro 7:12.

El Mandamiento de la Justicia. Sal 119:172.

El Mandamiento de la Verdad. Sal 119:86, 151.

El Mandamiento de Dios. Mt 15:3,6; Mc 7:8 e 9; Tit 1:3.

El Mandamiento de vida eterna. Jn 12:50.

El Mandamiento del Dios eterno. Ro 16:26.

El Mandamiento del Padre. 2 Jn 4.

El Mandamiento del Rey. Ec 8:2.

El Mandamiento del Señor. Sal 19:8; 1 Co 7:25.

El Mandamiento del Señor vuestro Dios. Jos 22:3.

El Mandamiento de tu Padre. Pr 6:20.

El Mandamiento justo. Ro 7:12.

El Mandamiento nuevo. 1 Jn 2:8

El Mandamiento puro. Sal 19:8.

El Mandamiento santo. Ro 7:12.

Los Mandamientos de Dios. 1 Co 7:19.

Además de esos nombres, aún hay 370 adjetivos y denominaciones sobre ellos presentes en toda la Biblia.

Por lo tanto, no rechace la gloria de Dios ni diga que ella es mentira, para que usted o sus descendientes, como hijos, nietos y bisnietos no sufran las consecuencias resultantes de esa transgresión. Después de todo, Dios visita la maldad de los padres en los hijos, de acuerdo a Ex 20:5. En el Salmo 135:18 hay una maldición prevista para aquellos que rinden culto a imágenes.

Oli Prestes

Misionero

Obs.: Este texto está publicado em língua portuguesa aqui nesta pagina, com o título "A glória vinda de Deus".