LA FUERZA DEL SEÑOR
Las Escrituras están repletas de pasajes que abordan la fuerza de Dios y el modo en que esta opera. Averigüemos cómo obtener y poseer esa fuerza.
Normalmente solemos asociar la fuerza al poder, afirmando que este es capaz de operar por sí solo. Sin embargo, generalmente ella opera en asociación y conjuntamente con el recipiente a través del cual realiza la obra.
Pero la fuerza, circunstancialmente, puede disminuir e incluso agotarse, cuando aquello que la produce interrumpe su producción o si se rompe la unión con la fuente productora.
Existen fuerzas operantes a diversos niveles que pueden depender o no de aquel que las recibe, pero que pueden interrumpirse en el caso de que no exista una cooperación con la fuente productora o si el receptor no está capacitado para recibirlas.
El libro de Crónicas informa que el Señor posee el acto de atribuir fuerza a todo. 1 Cr 29:12, ú. parte. Y el salmista dijo: “El Señor es la fortaleza de su pueblo y el refugio salvador de su ungido”. Sal 28:8.
Pero si el Señor es la fuerza de Su pueblo, ¿cuál es el motivo por el que Su pueblo no manifiesta esa fuerza en una acción continua y permanente? ¿Qué es lo que ocurre para que se interrumpa la transición o cese la fuerza operante?
Desde que Señor hizo los cielos y la tierra, estos se mantienen por la palabra de Dios, y por ella se guardan para el fuego. 2 Pe 3:5-7.
Así, Su palabra que los creó, también los guarda para el fuego. Pero el pecado también tiene fuerza, considerando lo que dice Isaías: “Se destruyó, cayó la tierra; enfermó, cayó el mundo; enfermaron los altos pueblos de la tierra”. Is 24:4.
Este pasaje no habla de fuerza sino de debilidad, de modo que presentamos las razones a continuación: “Y la tierra hizo bancarrota bajo sus moradores, porque traspasaron las leyes, falsearon el derecho, rompieron el pacto sempiterno”. Versículo 5. Sin embargo, la prueba de que el pecado tiene fuerza está presente en el pasaje bíblico que afirma: “Porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la ley”. 1 Co 15:56.
El pueblo de Israel era significativamente superior en número con respecto al pueblo de “Ai”, aunque huyó delante de este por la siguiente razón: no haber obedecido la palabra del Señor. La Escritura dice: “Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto, el que yo les mandé. (…) Por esto los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos (…). No estaré más con vosotros si no hacéis desaparecer el anatema de en medio de vosotros”. Jos 7:11-12.
El pueblo de Israel huyó delante del enemigo porque transgredió el pacto de Señor. La tierra llora y se marchita porque se ha roto la alianza eterna. Is 24:4 y 5.
¿Qué significa eso? Veamos:
“Y él os anunció su pacto, el cual os mandó poner por obra: los diez mandamientos, y los escribió en dos tablas de piedra”. Dt 4:13.
Los Mandamientos del Señor son Su pacto o Su alianza eterna. Ellos no fueron abolidos y jamás lo serán, pues son eternos y otorgan fuerzas al pueblo de Dios.
Ellos poseen una santidad tan elevada que dos personas, al tratar de sostener el arca que los llevaba, murieron por no estar habilitadas. Además, el arca con la Fuerza del Señor, Sus Mandamientos, al llevarse a una nación incircuncisa le trajo desgracia. 1 Sm. 5 y 6. Y mientras el arca estuvo fuera de los términos de Israel, este no tuvo éxito. 1 Sm. 4 y 5. Cuando Josué tuvo que atravesar el Jordán recibió instrucciones del Señor para que los sacerdotes que llevaban el arca fueran primero y pisaran las aguas. Al hacerlo, estas se dividieron, y ellos permanecieron en medio al Jordán hasta que todo el pueblo pasara. Jos 3. El apóstol Pablo afirma que, donde no hay ley, tampoco existe la transgresión. Ro 4:15. Así como Dios concedió una ley para Su pueblo, su violación resulta en transgresión y en las consecuencias resultantes de la ruptura de Sus Mandamientos.
Muchos, aun perteneciendo al pueblo de Dios, se encuentran sin leyes porque no aceptan las que el Señor impone, afirmando que se transmitieron solo para la Israel de Palestina, para los llamados judíos, optando por hacer acepción de personas en la ley, acto reprobado por Dios. Ml 2:9; Ro 10:12.
El Espíritu Santo de Dios, o Dios Espíritu Santo, es quien tiene la fuerza que opera mediante Su palabra que, de acuerdo con Jesús, es Espíritu y Vida. Jn 6:63.
Aún si el Espíritu Santo opera y cumple Su ministerio en este tiempo presente, si no existe la obediencia a Sus palabras, los “dones” que Él otorga, o, mejor dicho, que Él opera, por sí solos no son suficientes para operar con poder. Sabiendo de eso, es decir, viendo que hay transgresión, el Enemigo resiste y no huye, avergonzando a los siervos transgresores. Y, aunque se tenga una fe capaz de transportar montañas, sin el amor, traducido en la obediencia a los Mandamientos, de nada sirve. 1 Co 13:2 y 1 Jn. 5:3.
El arca del pacto se llevó desde la tierra, pues Juan la divisó en el cielo en el momento de la revelación del Apocalipsis. Así y todo, en el nuevo pacto entre Dios y Su pueblo, Él escribe Sus leyes en nuestros corazones para que no tengamos que recurrir continuamente al libro, la Biblia, y que recordemos esas leyes, incluso por el hecho de que las páginas del libro pasarán a presentar un contenido en blanco en breve. Sin embargo, si guardamos los Mandamientos en el corazón, haremos como dijo el Salmista: “En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”. Sal 119:11.
Entre las condiciones impuestas por Dios para alcanzar sabiduría y temor al Señor, está la observancia de Sus Mandamientos. Pr 2:1-6.
Con respecto al sábado, el Mandamiento más controvertido de la Ley de Dios, dice el Señor por Isaías: “Si retrajeres del día sábado tu pie hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, consagrado al Señor, glorioso; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el Señor; y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca del Señor ha hablado”. Is 58:13 y 14.
Como vemos, la promesa para los que guardan el sábado incluye la fuerza con la cual el Señor sostendrá al observador de ese Mandamiento. Dirigiéndose a Timoteo, Pablo dijo: “Tú, pues, hijo mío, esfuérzate en la gracia que es en Cristo Jesús”. 2 Tm 2:1.
Las Escrituras dicen que la ley vino a través de Moisés, refiriéndose no a la ley de Mandamientos sino a la ley de Moisés relacionada con los estatutos y juicios, y que la gracia y la verdad ganaron vida por medio de Jesucristo.
Gracia: favor inmerecido de Dios quien, no imputando a los hombres sus ofensas cometidas anteriormente, los salva por la obediencia de la palabra.
Verdad: la Ley del Señor. Sal 119:142, ú. parte.
Sin contradicción alguna, ya que fue Él quien la otorgó a Moisés, Su Ley es la Verdad como Él mismo.
Y el apóstol Pedro dice: “Pero el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”. 1 Pe 5:10.
Las promesas presentes en el Salmo 91, que se referían a Jesús, se extienden a nosotros que somos corderos con Él, pero están condicionadas al amor a Dios y al conocimiento de Su nombre. Este es un hecho significativo, y las promesas se traducen en Escrituras cuando se guardan los Mandamientos de Dios. 1 Jn 5:3 y 2:3.
Y las Escrituras dicen: “Fortaleceos en el Señor y en su fuerza poderosa”. Si los Mandamientos del Señor son Su fuerza, entonces la fuerza de su poder está en esos Mandamientos, que son Su palabra. Sal 132:8.
Moisés hizo una advertencia al pueblo de Israel cuando este peregrinaba en el desierto y caminaba hacia la tierra prometida, diciendo:
“Guardad, pues, todos los mandamientos que yo os prescribo hoy, para que seáis fortalecidos y entréis a poseer la tierra a la cual vais a pasar para tomarla”. Dt 11:8.
En breve, el anticristo prevalecerá. La bestia tendrá poder y hará la guerra a los santos, y los vencerá. Ap 13:7. “Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, contra los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo”. Ap 12:17.
Antes de que la bestia reciba poder para actuar y que se retire el poder a los santos, fortalézcase en la fuerza del poder de Dios: ¡guarde Sus mandamientos!
Oli Prestes
Misionero
Obs.: Esse texto está publicado em língua portuguesa aqui nesta página com o titulo "A força do Senhor".