Hambre de Todo
¡Yo no creo! Percibir es una carga que entorpece.
El niño, con sus ojos tiernos,
viene a la puerta y abre a la muerte una sonrisa.
Como quien despunta para el abismo, se entorpece
y se deshace. Es el adiós de un ciego o la caridad antes percibida
(ahora amargada) que demanda, lenta y blanda, un nuevo alcance, un solo amparo.